El país sigue dividido entre los buenos y los malos. A los llamados de reconciliación de la oposición el gobierno responde con amenazas y descalificaciones. Pareciera que el régimen que supuestamente promueve la participación ciudadana no está dispuesto a aceptar un veredicto contrario aún cuando este se le manifieste en forma inequívoca.
Sin embargo, la definición de lo bueno y de lo malo no es siempre sencilla. Nelson Bocaranda, en una ocasión entrevistaba a un diputado con relación al problema de la sociedad establecida entre PDVSA y la Veba Oel. El diputado con alguna vehemencia decía: “Imagínate Nelson, que tenemos participación en una refinería en el valle del Ruhr, y nos la van a administrar los alemanes”. A lo cual Nelson, preguntó: “Bueno, diputado, ¿y eso es malo?” La noción de lo bueno y lo malo, en este caso, desestabilizó la línea de argumentación del diputado.
Después del 2D se rescató lo bueno y lo malo de:
El valor del voto como mecanismo de cambio político.
Los controles impuestos funcionan al haber testigos.
Chávez es derrotable electoralmente.
La presidencia vitalicia ha sido históricamente rechazada y ni la propiedad privada ni la descentralización ni los liderazgos regionales ni la vocación democrática del pueblo venezolano son negociables.
Los partidos políticos son relevantes, sin su concurso no es posible el triunfo.
Los estudiantes, nuevamente, son un factor importante en la movilización de calle y resguardo del voto.
La abstención sólo es eficaz si es practicada masivamente. De lo contrario lo que hace es debilitar al sector al que pertenece.
El CNE debe reestructurarse. Son demasiadas las fallas que presentó durante el proceso, entre ellas su inhabilidad para reabrir el REP y evitar los abusos oficiales en cuanto al uso de recursos públicos para estructurar sus campañas electorales, la cual pagamos todos los venezolanos.
En Venezuela tenemos que rescatar la correcta definición de los buenos y los malos. Por años, hemos manipulado y exaltado la profesión del “vivo”, tanto del líder como del ciudadano común, hasta hacerlo atractivo a la mayoría. De lo atractivo a la justificación moral hay un solo paso. Todo lo que es aparentemente conveniente, pasa automáticamente a ser bueno. Lo único que no tiene, es un apoyo ético que apacigüe a la conciencia. Poco a poco, aunque sea por ausencia de cuestionamiento, este apoyo puede lograrse. La pasividad de la indiferencia, ha demorado la emergencia de una nueva inmoralidad. Aunque hemos estado peligrosamente cerca de construirla.
La definición de lo bueno y de lo malo, tiene la misma imperfección que tiene el voto universal. Todos los votos valen lo mismo, a pesar de que el buen o mal juicio de cada persona sea diferente. Así también la subjetividad de lo bueno y de lo malo pueden tener matices. Pero los valores éticos de una sociedad son constantes. Cuando se mueven en una nueva dirección es porque responden a una sincera evolución de los valores. Nunca a una deshonesta manipulación de lo existente. Pero si esto sucede, los malos pasan a ser los más. En todas las sociedades esto es peligroso. Los antiguos cristianos así lo entendieron. Perseguidos en la Edad Media por los musulmanes, a punto de ser derrotados, aprendieron lo necesario de que los “buenos” sean mayoría con relación a los “malos”, y con lógica impecable pusieron a Dios a su lado. Un antiguo cuarteto así lo recuerda:
“Llegaron los sarracenos
y nos molieron a palos.
Porque si son más los malos
Ya Dios no ayuda a los buenos”
La concepción elemental que del país tiene el régimen nos cuantificará hoy cuántos buenos y malos tenemos en Venezuela.