domingo, 29 de agosto de 2004

REFERENDO REVOCATORIO 2004: CARTA A JIMMY CARTER

Respetado Presidente Carter:
Quiero empezar por agradecerle a usted y a su equipo, dentro y fuera de Venezuela, el esfuerzo hecho por lograr para nuestro país una salida constitucional, pacífica, democrática y electoral a la crisis política. De hecho el Centro Carter y usted mismo contribuyeron con su esfuerzo, acompañados por representantes de la OEA, que el Reafirmazo no se convirtiera -por las artimañas del CNE- en un proceso perdido. Que se respetaran los resultados favorables a la oposición durante el proceso de “Reparos”, lo que permitió la convocatoria constitucional a un Referendo Revocatorio (RR) del presidente Chávez.
Dicho lo anterior, creo mi deber cuestionar la decisión de la OEA y el Centro Carter de validar los resultados dados oficialmente por el CNE sobre el RR.
Lo primero a considerar, dada la historia del proceso, es que la oposición tiene razones mas que suficientes para no confiar en la objetividad e imparcialidad del CNE. Eso lo ha reconocido el Secretario General de la OEA, Dr. César Gaviria, y estoy seguro que Vd. también. El CNE demostró –una y otra vez- una clara inclinación hacia la posición oficialista, representada ésta por la presencia en un directorio de 5 miembros, de tres rectores entre los cuales su presidente, quien se suponía consignaría en las discrepancias del cuerpo el voto decisivo, de acuerdo a un concienzudo análisis y sano criterio, jamás –óigase bien- jamás acompañó con su voto a los dos rectores que favorecen la posición oposicionista. Con esa ventaja “legal” de tres votos contra dos en el directorio, el CNE, entre otras acciones, decidió:
  • Que el RR fuera automatizado.
  • Comprar unas máquinas electorales sin licitación, sin que hubiesen sido probadas previamente en elección alguna. (Las máquinas fueron adquiridas originalmente para cubrir las elecciones regionales y hubo que reprogramarlas para adaptarlas a los requisitos del RR).
  • Durante la ruta a los Reparos, se cometieron una serie de irregularidades. La más visible fue la creación de la figura de las llamadas firmas “planas”, criticadas abiertamente por el propio Centro Carter.
En preparación para el RR luego de ganar -pese al ventajismo oficial- el proceso de Reparos, el CNE tomó -entre otras- las siguientes decisiones con claro sesgo oficialista:
* Manipuló selectivamente el Registro Electoral Permanente (REP), mudando a ciudadanos de su sitio de votación a otras regiones incluyendo –en algunos casos- hasta ciudades en el exterior. Eliminó a personas legalmente inscritas. Permitió –sin protesta- que el gobierno cedulara y nacionalizara a nuevos ciudadanos a quienes inscribió en el REP sin comprobación previa de identidad y procedencia.
* Días antes del proceso, sustituyó a miembros de la oposición en las mesas electorales. Despidió a muchos de sus funcionarios de reconocida competencia profesional. Sustituyó a funcionarios electorales en las regiones y municipios. A todos los reemplazó con personas afectas al oficialismo.
* Adquirió sorpresivamente y sin el conocimiento de los dos rectores de la oposición, unas máquinas, popularmente denominadas “cazahuellas” con el supuesto propósito de evitar que algún elector votara más de una vez. A pesar de las múltiples advertencias públicas que le hizo la oposición al directorio sobre su inutilidad, poca funcionalidad y lentitud, la fracción oficialista del directorio insistió en utilizarlas sólo para tener que suspender su funcionamiento en pleno proceso referendario por las demoras que causó, lo cual resultó que en una gran mayoría de los casos, el elector tuviera que esperar hasta 10 horas en un centro electoral para poder votar.
* Dado lo anterior y mucho más, una minoría opositora mantuvo la tesis que bajo las circunstancias desventajosas de este escenario, no se debería acudir al RR. Sin embargo, la mayoría decidió acudir al RR por dos razones fundamentales: 1) La convicción que la oposición tenía la mayoría y que ganaría en unas elecciones sin fraude. 2) Que para evitar el fraude electrónico en un proceso no probado aun, había que tomar ciertas precauciones que deberían ser incluidas como normas de obligatorio cumplimiento en el proceso. Ellas eran tres:
1) Para evitar fraude electrónico en la transmisión de datos, cada máquina electoral imprimiría un acta con los votos del “SI” y el “NO” (las dos únicas variables del proceso). De esa acta se sacarían varias copias certificadas por los testigos de las mesas y una de ellas sería para la oposición. Si la totalización de todas las actas hechas en forma electrónica en Caracas, arrojaba un total diferente al que la oposición obtendría por la suma de las actas en su poder, estaría claro que habría habido un fraude comprobable fácilmente.
2) Para evitar fraude electrónico en la impresión de las actas, es decir, si el acta no reflejara fielmente -por alteración de algún programa- los votos depositados por los ciudadanos, cada máquina producía un recibo con la palabra “SI” o “NO” impresa. Una vez que el elector comprobaba que el recibo reflejaba su intención de voto, éste se depositaba en una urna electoral cerrada y colocada al pie de la máquina electoral. Para asegurarse sobre la validez del acta bastaba, pues, abrir las urnas electorales, contar los votos “SI” y “NO” en los recibos y cotejar este resultado con el acta impresa por la máquina electoral. (Se debatió largamente sobre la conveniencia de que, una vez concluido el proceso referendario, se abrieran todas las cajas, se contaran todos los recibos y se hiciera la comparación entre los votos físicos y las actas electrónicas. Como eran más de 19 mil máquinas, para reducir la posibilidad de que, abiertas las cajas, algunas de las partes cometieran actos de sabotaje sobre esta evidencia, se acordó tomar una muestra aleatoria y representativa del universo de las máquinas. De acuerdo a nuestros estadísticos, la muestra seleccionada del 1%, vale decir de 199 máquinas, era suficientemente representativa para aceptar sus resultados).
3) Que la muestra aleatoria fuese –precisamente- eso, una muestra no manipulada cuya reglamentación debería ser acordada por la oposición y tomada en su presencia. Aquí me permito una pausa para reiterar que la oposición aceptó ir al RR con un proceso de verificación blindado contra el fraude. Ni se podían alterar, sin ser detectado el fraude, los resultados de la totalización computarizada, ni se podían cambiar en las actas el número de votos depositados en las urnas electorales sin que se descubriera el fraude en el acto del conteo manual.
Pues bien, el CNE violó las reglas del juego. No permitió que se auditaran las 199 cajas seleccionadas. Sólo se pudieron auditar 27 (una muestra insignificante). No se hizo en forma transparente la selección aleatoria, lo cual permite abrigar la suspicacia de que en la selección pueden no haberse incluido las máquinas y las urnas, en las cuales hubo fraude electrónico (cambio del resultado de las actas). Por eso, Sr. Carter, esta elección ha debido declararse viciada en la madrugada del 16/08/04. No sólo porque la oposición alegara que le “robaron” los votos sino porque el CNE, el arbitro, violó sus propias reglas y las condiciones bajo las cuales la oposición había convenido concurrir al RR. Creo que es una regla universalmente aceptada que, en toda competencia, si se violan las reglas del juego que garantizan y validan su pureza, el proceso queda descalificado y sus resultados son inaceptables para la parte que vio afectados sus derechos. Este principio se aplica no sólo en elecciones, sino a cualquier evento político, civil o deportivo. Si en competencias deportivas a un atleta se le comprueba haber tomado drogas expresamente prohibidas, se le descalifica y se le retira cualquier medalla que hubiese “ganado”. Pero si se niega a someterse a las pruebas antidrogas obligatorias, también se le descalifica. El CNE –luego de haberlo acordado- se negó a someter el proceso a la única prueba definitiva sobre la validez de un mecanismo electrónico: El conteo manual –en sitio- de los votos y su comparación con los resultados electrónicos. Si el CNE hubiese cumplido con las reglas establecidas y se hubiesen auditado las 199 cajas seleccionadas y si la muestra aleatoria hubiese sido obtenida en forma transparente, seguramente el proceso referendario no estaría cuestionado y yo no hubiese escrito esta carta.
Francamente no se si la oposición logrará –ahora- “probar” su caso. Mi posición es que no hay que “probar” nada. La única prueba que se requiere a estas alturas, es decidir si se violaron o no las disposiciones y las normas criticas para el proceso, sin cuyo estricto cumplimiento los resultados no son validos... y eso está más que comprobado.
Dado lo anterior, debo confesar -con todo respeto- que me sorprendió y me sorprende la diligencia con la cual Vd. se apresuró a darle su muy importante aprobación al proceso. Pensó que una auditoria post facto, luego de perturbada la evidencia (las urnas electorales habían sido movilizadas de su sitio de origen) era suficiente para validar lo que ya estaba invalidado. El Centro Carter y la OEA, se han apresurado a declarar que el “resultado presentado por el CNE era compatible con nuestros controles”. En otras palabras, sus “controles” no incluyen la revisión del cumplimiento estricto de las reglas de juego, ni se considera importante que no se haya validado en sitio un proceso electoral electrónico mediante el único método infalible: Contar manualmente los votos físicos y compararlos con los resultados electrónicos. En este punto, me surge una pregunta importante: ¿Hubiesen Vds. avalado igualmente los resultados si no se hubiesen hecho copias de las actas por haberlo negado el CNE?. Los dos controles (copia de acta y validación manual) eran imprescindibles para poder declarar transparente el proceso y válidos los resultados.
Antes de concluir quiero hacerle algunos comentarios sobre la auditoria efectuada el 18 y el 19 de agosto por acuerdo entre el Centro Carter y el CNE.
1) El CNE se negó a recibir a los representantes de la oposición para discutir una auditoria que pudiera satisfacer sus preocupaciones sobre los resultados.
2) El Centro Carter no discutió con la oposición las condiciones bajo las cuales se celebró la auditoria. Pienso que el rol que le correspondía al Centro Carter era facilitar una reunión entre el CNE y la oposición para lograr un acuerdo para la revisión y validación del proceso, tal como se hizo en las negociaciones que condujeron al proceso de Reparos. Si la intención era “salvar” el RR, una nueva metodología para validar los resultados no podía ser “aprobada” sin el visto bueno previo de la oposición. El Centro Carter era un facilitador más no el representante de la Coordinadora Democrática ante el CNE.
3) La Coordinadora Democrática envió una comunicación oficial al CNE, fechada el 17/08/04, en la cual se delineaban las condiciones bajo las cuales se aceptaría una auditoria del proceso. El CNE a la fecha, no ha respondido.
4) De nuevo, tal como en el proceso del RR, la muestra que se tomó para efectuar la segunda auditoria, no llenaba las condiciones de transparencia que la oposición consideraba indispensables. Más aún, se produjo el hecho insólito de que para obtener la muestra aleatoria se usó el mismo programa del CNE, utilizado para tomar la muestra en el RR, que por poco transparente había sido cuestionado por la oposición. Ante esta situación, la oposición se abstuvo de estar presente en un acto, en cuya organización no tomó parte y en cuyos resultados no podía confiar.
Estos eventos mancharán por siempre a los resultados convalidados por el CNE, el Centro Carter y la OEA. No habrá forma ni manera de convencer a la ciudadanía que no hubo fraude. El CNE dio un Golpe de Estado, al anunciar los resultados sin revisar el proceso y asegurarse de que todas las normas se habían cumplido. Eso no lo hace un árbitro imparcial, pero debe exigirlo un observador si aspira a que el perdedor respete los resultados. Es de lamentar que los ciudadanos que se oponen al régimen de Chávez y acudieron al RR, se hayan quedado con la frustración de sentirse engañados y la peligrosa convicción de que ir a elecciones y respetar los procesos democráticos, como mecanismos para lograr cambios políticos en Venezuela, son gestos inútiles porque el dueño de la fuerza siempre le escamoteará los resultados.
Ruego a Dios que no sea así.