domingo, 27 de mayo de 2012

LA ENCRUCIJADA

Alicia, en el “País de las Maravillas”, después de un largo camino, llega a una encrucijada y le pregunta al gato: ¿Cuál camino debo tomar? El gato le responde ¿A dónde quieres ir? No sé, contestó Alicia. Entonces, sentencia el gato, no importa el camino que escojas.


El 07 de octubre los venezolanos llegarán a una encrucijada, donde si importará el camino que escojan, pues tendrán que seleccionar el que los lleve al mejor destino. El problema lo tendrán aquellos que, como Alicia, no saben todavía adónde quieren ir. Esos, aun tienen tiempo de pensar en las dos opciones para que cuando lleguen a la encrucijada sepan escoger. Para ello tienen que sopesar dos alternativas. Un camino los llevará a un país de más de lo mismo: corrupción, ineficiencia, pérdida de valores, sin propiedad privada, con centralización y dominio total del Estado sobre la voluntad individual ciudadana. El otro los llevará a un nuevo país, con libertades individuales, honesto, progresista, defensor de los valores de una sociedad moderna y democrática. Al contrastar los dos destinos es muy difícil que, puestos a contemplar los caminos, las Alicias de hoy escojan mal. Pero los que aspiran a vivir en el país al que conduce el segundo camino tienen que trabajar muy duro para convencer a los indecisos. Deben resaltar las diferencias entre los dos destinos y cuidarse mucho de establecer similitudes o coincidencias entre ambos. Lo que convencerá a las Alicias de hoy serán las diferencias, las cuales hay que resaltar convencidos de que no hay regreso una vez escogido un camino.

Pero hay Alicias diferentes. Son aquellas que “saben” adonde conducen los dos caminos y, sin embargo, están convencidas de que deben transitar por el que los lleva adonde están hoy. Esos aprenderán por sus errores y será muy difícil que al llegar a la encrucijada cambien de opinión. Son aquellos que se han beneficiado de la destrucción de su entorno. Que viven de la corrupción o de unas dadivas personalizadas en el mandatario de turno. Que no reclaman derechos pero reciben favores. Que su mucho o poco bienestar no es resultado de su esfuerzo sino de la recepción de subsidios o del aprovechamiento de oportunidades deshonestas.

Nuestro candidato, quien es el consejero (gato) de la fábula de hoy, no debe conformarse con preguntarle a las Alicias que llegan a la encrucijada adónde quieren ir y no dejarlas a su libre albedrío. Nuestro consejero debe explicarle a los que todavía no saben adónde conducen los dos caminos, las enormes diferencias entre los dos puntos de llegada. Son tan distintos que señalar posibles coincidencias hará más difícil la selección. Los dos destinos conducen a mundos diferentes sin posibles sintonías, aunque el segundo tiene la amplitud suficiente para albergarlos a todos. No así el primero cuya sobrevivencia se basa en la exclusión de los disidentes y la sumisión de los concurrentes.

La dificultad de las nuevas Alicias estará en vencer el miedo al cambio aunque este “suene” bien. El primer camino conduce a la comodidad de la costumbre. Trece años de un sistema desarrolla en los habitantes mecanismos de adaptación que se resisten al cambio aunque el cerebro señale como beneficioso el tránsito hacia una nueva realidad. Pero un miedo hay que combatirlo con otro miedo. Transitar por el mismo camino sólo nos llevará inevitablemente a un país peor que el inaceptable de hoy. Y “eso” debe asustarnos más que un cambio de dirección que, al menos, nos abre la posibilidad de llegar a un nuevo y mejor destino.





domingo, 20 de mayo de 2012

TRABAJO DIGNO

En un anterior artículo sobre la Ley del Trabajo, publicado antes de conocer su nueva versión, dejé claro que esa Ley, hoy modificada, no se aplicaba sino a un sector muy pequeño de la fuerza laboral. En efecto, casi la mitad de los trabajadores está en lo economía informal y no están cubiertos. De la mitad de empleo formal más de un 30% son empleados públicos a quienes este gobierno le ha negado los derechos de la contratación colectiva y no le pagan ni sus prestaciones sociales, ni sus bonos y otros derechos. Para todo efecto práctico no están cubiertos. Del número restante un porcentaje de pequeñas empresas y emprendedores no pueden, por razones económicas, cumplir con todas las disposiciones de la Ley, además los dueños y los trabajadores establecen sus propias condiciones. Quedan, pues, las grandes y medianas empresas que a duras penas podrán cumplir con las nuevas condiciones impuestas, que se verán como “justas”, pero que en realidad obedecen a un capítulo más del gran objetivo de la revolución: acabar con el sector productivo privado del país.


Un régimen como el actual, que se jacta de su interés por los pobres y excluidos no debería promulgar otra ley del trabajo que sólo cubre a quienes requieren menos protección del Estado. Lo que Venezuela necesita es creación de empleo y aumento de la productividad del trabajador. En los últimos años la falta de inversión, las confiscaciones, la inseguridad jurídica y una política económica/social errática que pretende sustituir con subsidios la ausencia de oportunidades para que los ciudadanos generen ingresos por su trabajo, ha resultado en desempleo, subempleo, aumento de la informalidad y una drástica caída en la productividad per cápita del venezolano.

Capriles ha hecho mucho énfasis en dos aspectos: la creación de nuevos puestos de trabajo y la promulgación de una ley que reglamente a las Misiones.

En cuanto a la creación de empleo, el candidato debe entender que si el trabajo no es productivo no habrá masificación del empleo ni crecimiento económico, lo cual generará una nueva espiral de desempleo. Me temo que hay también un problema de actitud. Si observamos las numerosas entrevistas que se le han hecho a ciudadanos por televisión en las cuales se les pregunta qué considerarían un empleo digno, la respuesta siempre es más o menos la misma: que pague bien, seguridad social, buen ambiente de trabajo y oportunidades de progreso. Pero a nadie le he oído decir que le gustaría que su trabajo fuese productivo y que contribuyera al crecimiento y progreso de la empresa. El concepto de recibir sin dar está muy arraigado en el país. Lo cual me lleva a las Misiones. El ideal nacional debería ser que las Misiones fuesen innecesarias porque el país alcanzó el pleno empleo. Ofrecer una ley para legitimarlas tiene dos desventajas. Una, que pareciera que la oposición piensa que las Misiones han sido exitosas cuando las pocas que se han evaluado resultan ser costosas, ineficientes y excluyentes. La otra diera la impresión de que el objetivo fuese el de congelar en el tiempo lo que debe sustituirse cuanto antes por trabajo productivo. Entendemos que el candidato intente neutralizar la estrategia oficial de “asustar” a los ciudadanos convenciéndolos de que perderán “beneficios” que hoy reciben pero, parte de la campaña opositora, debe incluir también una dosis de pedagogía política. Sólo quiero alertar sobre la inconveniencia de hacer, por razones electorales, algunas ofertas que puedan poner en tela de juicio la sinceridad de todas las demás.









domingo, 13 de mayo de 2012

LA TERCERIZACIÓN

La tercerización es la contratación de servicios de una empresa por otra, (“outsourcing”). Quisiera distinguir esta figura de la de intermediación que es el suministro de mano de obra a una empresa por otra.
Los dos mecanismos tienen sus ventajas. El problema es que también han sido abusadas por los patronos para no pagar lo que sería un salario equivalente al devengado por los trabajadores fijos.
La intermediación sólo debe permitirse para trabajos de naturaleza temporal como, por ejemplo, labores de mantenimiento mayor que sólo se efectúan en plantas cada dos o tres años. Cuando la empresa principal requiera de mano de obra adicional y especializada para efectuar estos trabajos bien está que contrate con otra empresa el suministro de este personal adicional y temporal, siempre y cuando los trabajadores reciban los mismos beneficios de los cuales disfrutan los de la empresa contratante. La empresa que suministra el personal para tareas temporales, por su parte, tendrá ese personal como permanente en su nomina, por cuanto habrán varias empresas que le contratarán estos servicios, porque no sería lógico que las empresas contratantes tuvieran que mantener en nomina a un personal que sólo requiere por un tiempo limitado. Lo que no debe permitirse es que una empresa contrate a personal de otra para efectuar labores de naturaleza permanente con el fin de reducir los costos en los que incurrirían de efectuar esas operaciones con personal propio. Mucho menos debe permitirse que la empresa que presta ese servicio a menor costo sea una filial creada por la empresa principal para birlarle sus derechos al sector laboral.
En cuanto a la tercerización (outsourcing) el concepto es distinto. Puede ser muy eficiente que existan empresas especializadas en la prestación de algún servicio que requiera la empresa mayor. En el Japón las grandes empresas contratan con numerosas empresas pequeñas especializadas en cualquier cantidad de servicios. Sin embargo, aquí también hay que evitar la trampa corporativa. Las empresas de servicio tienen que ser “bona fide”, de otro dueño y deberán prestarle servicios a más de una empresa. Si es de la propiedad de la empresa contratante y sólo le presta servicios a esa empresa hay que sospechar de la intención del patrono que utiliza este mecanismo para pagarle menos a los trabajadores de lo que devengan los de la empresa contratante.
Bien reglamentadas las dos modalidades pueden ser positivas para ambas partes. El problema se presenta cuando el sector más fuerte de la relación manipula para su propio beneficio lo que honestamente administrado no sería criticable. Pero también hay que darle una alerta al movimiento laboral organizado que, en su legítimo derecho de evitar la trampa patronal, no debe oponerse tampoco a esas modalidades cuando son útiles, productivas y no perjudican al trabajador.
En resumen, la intermediación sólo debe utilizarse para trabajos temporales y quienes así laboran deben recibir las mismas condiciones de empleo que los trabajadores fijos. En la tercerización, en el caso de labores inherentes a la empresa contratante, los trabajadores deben recibir las mismas condiciones salariales que los de la empresa que contrata. En el caso de que los servicios no sean inherentes a la empresa contratante las condiciones de trabajo de quienes prestan el servicio pueden ser distintas. Lo que es absurdo es que la nueva ley del trabajo obligue a las empresas contratantes a absorber el personal de las contratadas perdiéndose así experiencia especializada.