domingo, 16 de septiembre de 2012

EL COSTO DE LA INDIFERENCIA

Cuando hagamos el balance de los 14 años de desgobierno, los ciudadanos debemos hacer un mea culpa colectivo por los abusos y desmanes tolerados. Una sociedad como la venezolana acostumbrada a 40 años de libertad y democracia no tenía porque someterse a los caprichos de un autócrata. No debía haber dejado que los individuos y las instituciones fuesen vapuleados por un régimen a todas luces éticamente deteriorado en su moralidad, obviamente incompetente y visiblemente corrupto.


Como sociedad hemos permitido lo inaceptable ¿Qué democracia hubiese permitido el despido de más de 20.000 trabajadores petroleros? La flor y nata de sus gerentes y técnicos. El incumplimiento de todos los planes anunciados varias veces por PDVSA. La pérdida de un millón de barriles diarios de producción. La falta de mantenimiento de sus instalaciones. La entrega de grandes volúmenes de petróleo bajo condiciones económicamente inaceptables. La corrupción y el manejo de sus finanzas e inversiones sin licitación, con comisiones obscenas cobradas por intermediarios y representantes de los gerentes. El enriquecimiento grosero y visible del oficialismo con cuentas repletas de dólares en el exterior. Casas, yates, vehículos de lujo, joyas, trajes de marcas y fiestas para las cuales se contratan a artistas famosos. Nunca, ni aun bajo la Venezuela llamada saudita de Carlos Andrés Pérez, se habían visto exhibiciones mil millonarias como las de ahora. Nunca gobierno alguno había permitido un asalto a los bienes públicos como el actual. Nunca había habido tanta disponibilidad a la orden de los corruptos ni tanta impunidad. Pero tampoco había habido tanta indiferencia ciudadana ni tanta tolerancia pública con los desmanes de un régimen.

Confiscaron a pequeñas y medianas empresas privadas que le daban servicios esenciales a PDVSA. Emplearon trabajadores sin revisar su grado de instrucción. Le impusieron nuevas responsabilidades y obligaciones que nada tenían que ver con el negocio petrolero. Desviaron la mitad de los ingresos petroleros a fondos manejados a la sola discreción del presidente y al hacerlo le birlaron a las regiones los dineros que constitucionalmente le correspondían. De paso mediante presiones fiscales indebidas y otras medidas acabaron con más de 6.000 empresas productivas. Disminuyeron la producción del campo, aumentando groseramente las importaciones de alimentos y dejaron a gran parte de la población sin viviendas.

El resultado de la desidia, la improvisación y la corrupción oficial está a la vista. Muertes en Amuay. Desabastecimiento de comestibles y medicinas. Miles de venezolanos hacinados en edificios, hoteles y oficinas no aptas para sustituir a una vivienda digna. Deterioro total de los servicios de luz y agua. Carreteras intransitables, hospitales y escuelas totalmente deterioradas. Proyectos inconclusos y un largo cumulo de promesas incumplidas. Los ciudadanos de este país tenemos la obligación de reaccionar ante lo que nunca hemos debido aceptar. En el siglo XXI nadie debe vivir bajo la influencia y los caprichos de un solo hombre.

El 07 de octubre no vamos a votar para sustituir a un gobierno por otro. ¡No! Vamos a recuperar en los comicios la dignidad perdida por nuestra propia indiferencia ante un estado de cosas que ninguna sociedad que se respete debería haber tolerado. Es inexplicable que hayamos permitido 14 años de abusos, insultos y la confiscación de nuestros derechos ciudadanos.

Menos mal que para los pueblos nunca es tarde para recuperar su autoestima.



lunes, 10 de septiembre de 2012

CAIDA LIBRE

Los regímenes de fuerza, como el que hoy mal gobierna a Venezuela, pasan de un estado de aceptación popular a uno de rechazo colectivo. No es fácil identificar el momento histórico cuando se produce el cambio. Probablemente no es algo súbito sino una combinación de desencantos que poco a poco le quita al gobierno la máscara que lo identifica con los deseos y expectativas populares. La señal más clara de la ausencia de apoyo de la ciudadanía al régimen la da Capriles en cada visita casa por casa y a los diferentes pueblos sembrados en la geografía nacional. No ha habido una sola ocasión en la cual el candidato opositor no haya sido recibido por manifestaciones entusiastas. Paulatinamente su relación con las masas ha ido cambiando de ser recibido como una posible alternativa al mal gobierno de hoy a ser aceptado como el seguro próximo presidente de la república cuyas ofertas convencen a los que asisten a la gira.


Por años las encuestas han indicado un elevado grado de desagrado con los resultados del gobierno. Sin embargo, el pueblo se resistía a atribuirle a Chávez la culpa por los fracasos. Siempre había una excusa para los pésimos resultados que eximía a Chávez y colocaba las responsabilidades en otras cabezas. Ya no. El gobernante a quien se le reconocían buenas intenciones y malos resultados por acciones fuera de su control ha pasado a ser el gran culpable. Este es el precio que pagan inevitablemente los autócratas que gobiernan a su leal saber y entender, sin aceptar que ni saben ni entienden.

Las complejidades de administrar hoy a cualquier país no pueden resolverse por improvisaciones ni por las intuiciones de un solo hombre. Tarde o temprano las instituciones en las cuales debe apoyarse la gobernabilidad o fallan o dejan de apoyar al régimen. Así es que hoy percibimos cómo las organizaciones sindicales mantienen una actitud de protesta y reclamo permanente. La Fuerza Armada no tiene la solidaridad absoluta de antes. El sector productivo no invierte y el régimen carga con todo la responsabilidad por

los resultados que no pueden ocultarse y las mentiras con las cuales se pretende maquillar la gestión que ya no convence a nadie. El discurso del Presidente es repetitivo y cansón. Las ofertas sirven para recordar que ya fueron hechas antes. El pueblo poseído de una nueva emoción reclama resultados y recuerda los incumplimientos constantes. Las ofertas de hoy suenan demasiado a música de ayer. Cuando Chávez ofrece el futuro lo que revive es el pasado. No hay nada que debilite más a un gobierno que un discurso que siempre recuerde lo ya dicho.

Este gobierno perdió a los sindicatos. A los empresarios. A los trabajadores del campo. A la industria petrolera. A los gobernadores y alcaldes de su propio color. A los damnificados. A los pobres y excluidos. A la clase media. Va directo a un desastre electoral. Perdió lo más importante: su capacidad de rectificar. Ya va en caída libre sin posibilidad de recuperación por los abusos, los errores y las mentiras con las cuales pretende tapar la ineficiencia y la corrupción. Tiene algo de dinero y la percepción de apoyo del Alto Mando militar. El problema es que se quedó sin un verdadero sostén y lo que ahora le sobran son cómplices de una gestión tramposa que eventualmente pasarán a ingresar el grupo de los “sálvense quien pueda”.

El 07 de octubre la derrota será tan decisiva como para no permitir cuestionamiento de los resultados. En el derrumbe de sus partidarios se demostrara lo artificial que fueron todos sus apoyos.



lunes, 3 de septiembre de 2012

A CONFESIÓN DE PARTE...

Chávez felicitó a Ramírez, ministro presidente de PDVSA, por su exitoso manejo del incendio de Amuay, cuando todavía ardía el tercer tanque de combustible, el cual milagrosamente no explotó, lo que hubiese causado más muertes. Tanto el Presidente de la República, como algunos de sus seguidores, critican a quienes les recuerdan que estos accidentes ocurren cuando instalaciones de alta peligrosidad no se les hace el mantenimiento adecuado. El propio presidente de PDVSA en documento presentado a la Asamblea Nacional recogió la falta de mantenimiento a las refinerías y los atrasos en parada de plantas, programadas y no programadas, por no haber disponibilidad de recursos financieros y humanos. Pero si la palabra del presidente de PDVSA no fuese suficiente para comprobar un estado de cosas lamentable veamos entonces lo siguiente: entre los años 2003 y 2010 se reportaron en la industria petrolera nacional 254 accidentes con 226 trabajadores lesionados y 63 fallecidos. Bueno es recordar que en el pasado, tanto la refinería de Cardón como la de Amuay exhibieron records mundiales de días seguidos sin accidentes. La seguridad industrial era motivo de orgullo para la industria petrolera. Pero un gobierno que mira con indiferencia cómo se asesinan a diario a ciudadanos inocentes, no le puede prestar atención al mantenimiento de plantas y equipos.


Este es un régimen que irrespeta al conocimiento. Que le rinde pleitesía a la improvisación. Que cree que el profesionalismo se puede sustituir por el “tocar por oído”.

Cuando el Presidente felicita a Ramírez está insultando a los familiares de los muertos de Amuay. Está olvidándose de los más de 20.000 trabajadores despedidos de PDVSA. Del millón de barriles diarios de petróleo que se han perdido de la producción nacional. De las pequeñas empresas de la Costa Oriental del Lago a las que les confiscaron sus bienes. De los altos costos de tener que importar gasolina por el mal funcionamiento de las refinerías nacionales. De la corrupción galopante. De Mercal. Del maletín. De la gabarra que se hundió. De la casa de vecindad en la que se ha convertido la Faja Petrolífera del Orinoco. Del fracaso de los proyectos de gas no asociado. De las refinerías que no se construyeron y de las inversiones para aumentar la producción petrolera que no se hicieron.

Accidentes habrán y algunos son inevitables. Pero si una industria tiene 254 accidentes en siete años y debe importar gasolina porque las refinerías nacionales no funcionan bien, entonces hay derecho a pensar que la tragedia de Amuay pudo haberse evitado y que se debió a una ausencia total de gerencia. Es tan grave la situación que un informe de PDVSA reconoce que la gerencia no sabe el grado de instrucción de un número importante de sus trabajadores.

La gran pregunta es ¿quién va a investigar las causas del desastre de Amuay y a establecer responsabilidades por los 49 muertos y los más de 150 heridos? ¿La misma camarilla irresponsable que hoy mal administra a PDVSA? Mientras este régimen siga en el poder no habrá una investigación seria. La Asamblea Nacional no interpelará al ministro presidente de PDVSA. La Fiscal General no investigará al accidente y el Presidente de la República le echará tierra a este asunto felicitando a Rafael Ramírez.

Pero el Presidente Capriles iniciará una investigación seria sobre esta tragedia. No para cazar culpables, que sin suda los habrá, sino más importante aún, para que nunca más suframos como país un accidente evitable como el de Amuay.