lunes, 3 de septiembre de 2012

A CONFESIÓN DE PARTE...

Chávez felicitó a Ramírez, ministro presidente de PDVSA, por su exitoso manejo del incendio de Amuay, cuando todavía ardía el tercer tanque de combustible, el cual milagrosamente no explotó, lo que hubiese causado más muertes. Tanto el Presidente de la República, como algunos de sus seguidores, critican a quienes les recuerdan que estos accidentes ocurren cuando instalaciones de alta peligrosidad no se les hace el mantenimiento adecuado. El propio presidente de PDVSA en documento presentado a la Asamblea Nacional recogió la falta de mantenimiento a las refinerías y los atrasos en parada de plantas, programadas y no programadas, por no haber disponibilidad de recursos financieros y humanos. Pero si la palabra del presidente de PDVSA no fuese suficiente para comprobar un estado de cosas lamentable veamos entonces lo siguiente: entre los años 2003 y 2010 se reportaron en la industria petrolera nacional 254 accidentes con 226 trabajadores lesionados y 63 fallecidos. Bueno es recordar que en el pasado, tanto la refinería de Cardón como la de Amuay exhibieron records mundiales de días seguidos sin accidentes. La seguridad industrial era motivo de orgullo para la industria petrolera. Pero un gobierno que mira con indiferencia cómo se asesinan a diario a ciudadanos inocentes, no le puede prestar atención al mantenimiento de plantas y equipos.


Este es un régimen que irrespeta al conocimiento. Que le rinde pleitesía a la improvisación. Que cree que el profesionalismo se puede sustituir por el “tocar por oído”.

Cuando el Presidente felicita a Ramírez está insultando a los familiares de los muertos de Amuay. Está olvidándose de los más de 20.000 trabajadores despedidos de PDVSA. Del millón de barriles diarios de petróleo que se han perdido de la producción nacional. De las pequeñas empresas de la Costa Oriental del Lago a las que les confiscaron sus bienes. De los altos costos de tener que importar gasolina por el mal funcionamiento de las refinerías nacionales. De la corrupción galopante. De Mercal. Del maletín. De la gabarra que se hundió. De la casa de vecindad en la que se ha convertido la Faja Petrolífera del Orinoco. Del fracaso de los proyectos de gas no asociado. De las refinerías que no se construyeron y de las inversiones para aumentar la producción petrolera que no se hicieron.

Accidentes habrán y algunos son inevitables. Pero si una industria tiene 254 accidentes en siete años y debe importar gasolina porque las refinerías nacionales no funcionan bien, entonces hay derecho a pensar que la tragedia de Amuay pudo haberse evitado y que se debió a una ausencia total de gerencia. Es tan grave la situación que un informe de PDVSA reconoce que la gerencia no sabe el grado de instrucción de un número importante de sus trabajadores.

La gran pregunta es ¿quién va a investigar las causas del desastre de Amuay y a establecer responsabilidades por los 49 muertos y los más de 150 heridos? ¿La misma camarilla irresponsable que hoy mal administra a PDVSA? Mientras este régimen siga en el poder no habrá una investigación seria. La Asamblea Nacional no interpelará al ministro presidente de PDVSA. La Fiscal General no investigará al accidente y el Presidente de la República le echará tierra a este asunto felicitando a Rafael Ramírez.

Pero el Presidente Capriles iniciará una investigación seria sobre esta tragedia. No para cazar culpables, que sin suda los habrá, sino más importante aún, para que nunca más suframos como país un accidente evitable como el de Amuay.