domingo, 31 de mayo de 2009

LOS ESCENARIOS DE LA VIOLENCIA

En voz baja (y a veces no tan baja) entre la sociedad venezolana circula una versión tremendista sobre el fin del gobierno de Chávez. Esta predicción sostiene que el país va directamente a una guerra civil. La crisis se agudizará y desencadenará una lucha armada entre los venezolanos. Yo no dudo que este régimen haya creado un estado mental tan lleno de odio y deseos de revancha en la ciudadanía que una salida, teórica, posible sea la de caernos a tiros unos con otros. La pregunta es: ¿quién peleará contra quién? Veamos los posibles escenarios.
ESCENARIO I. LA GUERRA INCESTUOSA. Las Fuerzas Armadas y las milicias se fracturan y libran entre ellos una lucha armada por la conquista o la retención del poder según sea el bando. Múltiples sectores de la población se mantienen ajenos al conflicto. Después de una guerra de desgaste, las partes llegan a un acuerdo con el visto bueno de la mayoría y se convoca a elecciones generales.
ESCENARIO II. LA GUERRA GLOBAL. Empieza como la “Incestuosa”. A medida que pasa el tiempo la ciudadanía toma partido por uno u otro grupo y el conflicto se globaliza. En este escenario lo más probable será una rendición incondicional de una de las partes o un difícil armisticio por presión internacional. El resultado será un gobierno de transición de tendencia impredecible.
ESCENARIO III. PROTESTA CON VIOLENCIA. La oposición se une para luchar contra los atropellos del régimen. En algunas de esas protestas las fuerzas del orden público responden con violencia. Las masas reaccionan, se rebelan ante la autoridad y marchan hacia Miraflores o cualquiera sea su destino final. En este escenario, ante la multiplicación a nivel nacional de este tipo de protestas, el régimen pierde apoyo institucional crítico (Fuerza Armada) y renuncia.
ESCENARIO IV. PROTESTAS CON REPLIEGUE. Ante el ejercicio de la fuerza por parte del régimen los manifestantes se repliegan y se van a sus casas. El régimen impone una larga dictadura parecida a las del siglo XX que tendrá eventualmente el mismo lastimoso final de la mayoría de éstas. Pero mientras dure, la ciudadanía estará expuesta a una represión brutal y a la pérdida de sus derechos fundamentales.
Los escenarios anteriores pueden solaparse y la violencia, aun sin guerra civil, pudiera ser el futuro inevitable del proceso político actual. No parece viable que el régimen imponga la represión sin violencia previa que la “justifique”. Como tampoco parece probable el transito al reestablecimiento de la democracia sin violencia. Esto no significa que no continuemos luchando dentro de los parámetros de la Constitución y busquemos, como hasta ahora, una salida electoral. Lo preocupante es que los últimos abusos del Presidente nos dan una señal muy negativa sobre las probabilidades de que este régimen pierda una elección presidencial y entregue el poder mansamente.
Hay que estar preparados para que el oficialismo provoque la violencia, suspenda elecciones o convoque con ventajas indebidas a “otros” procesos (Asamblea Constituyente) para reformar la Constitución y llevar el país a la cubanización total. Todo contra el telón de fondo de lo peligroso que son 10 años de gobierno sin que el régimen haya establecido canales de comunicación entre las partes polarizadas de hoy, para que las diferencias tengan espacios de desahogo. Me preocupa el futuro porque a los procesos hay que proveerlos de algún mecanismo que neutralice la violencia represada de los protagonistas.
¡Mientras tanto el régimen continúa cerrando puertas!

domingo, 24 de mayo de 2009

"YO NO SABIA"

Una de las tragedias silentes, aunque visibles, del pueblo alemán ha sido la condena que le ha hecho la historia por su aparente indiferencia ante la barbarie nazi. A no dudarlo ha habido defensas que han alegado ignorancia sobre lo que sucedía por parte de la ciudadanía. Sin embargo, cuando se conocen la magnitud de los asesinatos en los campos de concentración y los ataques, en sitio, a la población judía es difícil aceptar la teoría del “yo no sabía”. Más de 60 años han pasado desde el Holocausto. Seguramente quedan hoy muy pocos testigos y víctimas de aquellos nefastos acontecimientos. No obstante, el sentimiento de culpa ha sido transferido de una generación a otra y, todavía, el pueblo alemán recibe críticas por lo que los vivos de hoy no tienen responsabilidad alguna. Pero así es la historia, intemporal y colectiva en sus castigos.
Todas las culturas sufren, en algún grado, del síndrome “yo no sabía” como coraza para no reconocer lo que está a la vista. Los venezolanos no somos una excepción y la tranquilidad con la que parte de la población voltea para otro lado ante los desmanes del régimen, hace evidente ése síndrome. Veamos:
Yo no sabía” que sin razón habían cerrado Radio Caracas Televisión y que Globovisión está amenazada con igual destino.
“Yo no sabía” que se perseguía, agredía y encarcelaba a periodistas por el “delito” de informar.
Yo no sabía” que habían numerosos presos políticos por juicios amañados y otros sin sentencia.
Yo no sabía” que se han confiscado tierras y empresas de personas con legítimos títulos de propiedad.
“Yo no sabía” que el régimen perdió un referendo sobre reformas a la Constitución y luego introdujo esas mismas reformas a través de Leyes Habilitantes.
“Yo no sabía” que el régimen miente descaradamente sobre los niveles de producción de PDVSA.
“Yo no sabía” que se pretende adaptar los programas de educación al dogma del socialismo del siglo XXI.
“Yo no sabía” que el Presidente ha sometido a su exclusiva voluntad las decisiones que, en forma autónoma, deberían tomar los poderes públicos.
“Yo no sabía” que el régimen compra y amenaza a los empleados públicos para que voten a su favor.
“Yo no sabía” que el Presidente le ha sustraído inconstitucionalmente atribuciones a los gobernadores y alcaldes y ha disminuido de manera grotesca las competencias del Alcalde Mayor.
“Yo no sabía” de la corrupción galopante que existe en todas las entidades del régimen.
“Yo no sabía” nada de lo anterior y mucho más de lo que sucede hoy en Venezuela. Pero llegará el día cuando la realidad nos golpeara inclementemente, entonces algunos dirán: “Yo no sabía que la vaina era tan grave” y otros alegarán que es imposible aceptar como verdad el “yo no sabía”. La alternativa es peor: “yo sí sabía pero no me importó”.
Hay que despertarse del sueño del “yo no sabía” y empezar a asumir la responsabilidad individual que todos tenemos por el desastre colectivo que hoy sufrimos. Las uvas están maduras y no hay esfuerzo de imaginación posible que las convierta en otra cosa. Es hora de mirar de frente a la enorme tragedia que como sociedad padecemos hoy: la pérdida progresiva de nuestra libertad individual. Samuel Johnson lo dijo en inolvidable síntesis: “la libertad política sólo es buena si produce libertad privada”. Hay que actuar sin temor convencidos de que el régimen no cambiará de rumbo porque contemporicemos con él. Recordemos a Churchill y su definición del apaciguador: “Es aquel que alimenta un cocodrilo con la esperanza de que se lo coma de último”.
A buen entendedor…

domingo, 17 de mayo de 2009

LOS TODEROS

En los tabuladores de cargos de los primeros contratos colectivos de la industria petrolera concesionaria existía la figura del “todero”, entendiéndose como tal al obrero al cual se le podía exigir cualquier tipo de trabajo, desde barrer una oficina hasta ayudar a reparar un motor. Tanto la gerencia como los sindicatos comprendieron la ineficiencia de esta clasificación que cada día le improvisaba una tarea diferente al trabajador. Así nacieron los obreros especializados, lo que aumentó el monto de sus salarios y la productividad de la empresa.
En una mayor dimensión, hace bastantes años, en Japón se creó la figura de las empresas “satélites”. El concepto era que una grande y compleja compañía no podía ocuparse internamente de ejecutar eficientemente todas las tareas que requería para funcionar de manera óptima. Se crearon grandes centros de coordinación operativa (las empresas) rodeados de pequeños núcleos de compañías especializadas en alguna actividad: transporte, arquitectura, ingeniería, construcción, mantenimiento, talleres mecánicos, etcétera.
La industria petrolera de Venezuela en sus orígenes, dado lo alejado que estaba la explotación de los centros poblados, tuvo que incorporar en sus campamentos, y administrar directamente, los servicios propios de una comunidad y ejecutar dentro de su nomina todas las actividades necesarias para obtener éxito en su gestión, pero ese modelo siempre se consideró como algo transitorio.
Cuando en 1960 llegué a la refinería de la Shell en Cardón como jefe de relaciones industriales, me sorprendí al observar que bajo mis responsabilidades estaban la panadería y el cine. Cardón era una comunidad cerrada que sólo entonces se atrevió a copiar lo que ya se estaba desarrollando en los campos de la misma empresa en el Zulia: la integración con la comunidad. Allí las casas se le vendieron a los empleados y paulatinamente los servicios fueron entregados a terceros y diversos aspectos de la explotación petrolera se le contrataron a grupos empresariales de la zona quienes a pulso y con grandes esfuerzos crearon una infraestructura externa que no sólo atendía a la industria petrolera sino a otras actividades que se habían desarrollado en la zona. Hoy hay empresas como ZyP y Terminales Maracaibo, entre muchas, que ya existían hace más de 50 años cuando di mis primeros pasos en la industria petrolera. Sus propietarios, gerentes y trabajadores no se merecen la brutal confiscación que le ha impuesto el régimen, ni las descalificaciones que se le han hecho por boca presidencial. Sobretodo cuando es público y notorio que la verdadera razón para esa acción no fue la de mejorar el servicio prestado ni aumentar la productividad ni reducir los costos operativos (el todero en el que se ha convertido PDVSA, no puede ser más eficiente que la pequeña empresa especializada). Todo fue para demorar aún más los pagos que PDVSA tiene pendientes con estas empresas por trabajos ya ejecutados. Además, PDVSA no posee una infraestructura organizacional que le permita administrar eficientemente las nuevas responsabilidades que ha adquirido en virtud de un increíble “salto atrás” gerencial.
Desde mi bagaje de muchos recuerdos amables y amistades permanentes que establecí con el personal de estas empresas en los diversos campos petroleros, donde trabajé por casi 40 años, me solidarizo con los numerosos pioneros y sus descendientes que con gran esfuerzo, dedicación e inversión crearon empresas eficientes que hoy desaparecen bajo la bota militar de un régimen destructivo.

domingo, 10 de mayo de 2009

LA TRANSICION COMO PROCESO

En el año 2003, invitado por el Grupo Santa Lucia, Valentín Paniagua visitó Venezuela. Fue presidente de la transición en Perú (en Venezuela cualquier primer gobierno, después de Chávez, será de transición). Basado en esa experiencia, nos dejó importantes reflexiones:

  • Acciones imprescindibles dentro de un gobierno de transición:

1. El saneamiento ético, público y privado del país.

2. Devolverle al pueblo la fe en la constitución.

3. Pacto explícito de solidaridad (unidad y tolerancia).

  • Sugirió la necesidad de: Lograr la estabilización económica y la generación de empleo. La reestructuración y el relanzamiento de los programas de asistencia social. La creación de mecanismos de transparencia económica y de acceso a la información pública.

  • Al comentar sobre la historia política del Perú, parecida a la de Venezuela, destacó: “la ineficiencia tradicional en la creación de instituciones capaces de articular el territorio, la economía, la cultura y de crear la estabilidad que les permitiera modernizarse paulatinamente”.

Valiosas como son esas observaciones, la lección más importante que nos dejó Paniagua fue la definición de su breve presidencia: “La transición es un proceso, no es un acto”. Esto es fundamental entenderlo. En Venezuela muchos piensan que el paso a un nuevo gobierno nace y muere con un acto electoral. No es así. Si bien es cierto que mediante elecciones se escogen autoridades no es menos cierto que esas autoridades no se seleccionan dentro de un vacío de intenciones. Ni de espalda a su historia ni a la de la sociedad que las elige. El acto electoral es el fin de un preámbulo y el preámbulo para otros fines. Lo que no podemos obviar es que el ejercicio de la ciudadanía es un proceso continuo que no puede interrumpirse. Visto así la democracia vive siempre dentro de un proceso electoral. Primero para elegir los favoritos de la mayoría. Luego para vigilar la actuación de los elegidos y comenzar a pensar en quienes lo sustituirán o, si así lo deseamos y las leyes lo permiten, que continúen en sus posiciones los ya electos.

Hasta ahora, la oposición ha visto al acto electoral como el principio del fin de su esfuerzo. Así se hacen pactos para candidaturas únicas pero no se diseña un plan único de gobierno. Se critica al régimen pero no se presentan ofertas concretas para sustituirlo. Se gasta tiempo útil en forcejear internamente para obtener poder y figuración sin entender que el único contrincante es el régimen. Hemos ganado actos electorales (23 de noviembre 2008) sólo para perder hasta hoy el proceso. Hemos aceptado que Chávez nos acuse de golpistas cada vez que actuamos en su contra sin que aclaremos que la oposición no ataca sino que reacciona. Hay que enfrentar sin pausa lo inaceptable sin que quede la menor duda contra qué y quién nace la protesta y qué y quiénes provocaron la reacción nuestra ¡y hay que hacerlo ya!

La paciencia para esperar el mejor momento para reaccionar es una virtud… Que puede convertirse en pecado cuando su exceso lleva a confundirla con cobardía.

Para motivar a la ciudadanía a participar activamente en el proceso democrático la “Mesa de Reflexión Democrática” sugiere desarrollar cinco acciones:

1. Estimular la protesta contra los abusos del régimen.

2. Tener tolerancia con toda la oposición.

3. Tener tolerancia con la mayoría de afectos al régimen.

4. Tener un mensaje coherente.

5. Proponer alternativas concretas al régimen… Y una sexta sobre la cual no hemos hablado: Salir de los asesores políticos cubanos. Los de la educación … y los otros.

alberto_quiros@intercon.net.ve

domingo, 3 de mayo de 2009

TERAPIA INTENSIVA SINDICAL

La primera vez que comprobé que el liderazgo sindical puede ser tan competente como el de la gerencia fue en Bachaquero, estado Zulia, donde Odoseo Velásquez, dirigente obrero petrolero, estudioso y autodidacta, me demostró que el movimiento laboral puede ser un estímulo a la buena administración de las empresas. Eso lo ratifiqué después en la universidad de Cornell. Allí, muchos de mis compañeros, así como los profesores eran dirigentes sindicales. Tenían no sólo la vocación necesaria sino la cultura imprescindible que sólo se obtienen mediante el estudio, la experiencia y el respeto al profesionalismo. Años más tarde di una conferencia en la UCAB en su escuela de Relaciones Industriales. Al comenzar pregunté: ¿cuántos de ustedes se dedicarán a la carrera de sindicalista? Sólo uno de un grupo de más de cien jóvenes levantó la mano. Ahora, observo con estupor como el régimen pretende imponer empresas socialistas (¿?) y de cogestión, utilizando como líderes del proceso, tanto de la gerencia como de los trabajadores, a quienes se subordinan a las directrices del Presidente e ignoran y desprecian el conocimiento. Esta actitud ha llegado al extremo de considerar a la meritocracia como una mala palabra.
La falta de preparación del liderazgo sindical, con algunas excepciones, el irrespeto a la inteligencia y la vocación antidemocrática del régimen, que persigue el poder absoluto y la subordinación total, han convertido al movimiento sindical de Venezuela en una mala caricatura de lo que una vez fue: una organización poderosa, competente y políticamente relevante.
Da pena ajena entender la negativa conducta del régimen en materia laboral mientras presenciamos el entusiasmo con el cual algunos dirigentes sindicales asisten a su propio entierro. Un sólo ejemplo ilustra el punto. En Guayana los diez años de gobierno han sido un desastre continuado para las empresas del Estado. SIDOR era, privatizada, la única excepción. Pues bien, con el fracaso de los vecinos mirándole la cara el sindicato que representaba a los trabajadores de SIDOR, aplaudió y promovió su estatificación. La excusa fue un contrato colectivo a todas luces incumplible que la empresa se negó a firmar y que, el régimen, habiéndose comprometido no va a honrar. Sepa el movimiento sindical de Venezuela (lo que queda de él) que el objetivo del proceso es convertir en siervos a los trabajadores. Dictar unilateralmente sus condiciones de trabajo. Sus salarios. Sus escasos beneficios y lograr su total dependencia. Te enfermas: el ineficiente Seguro Social. Tienes hambre: lo poco que te de Mercal. Educación: escuelas bolivarianas destartaladas. Recreación: foros y seminarios políticos para ilustrarte en el nuevo dogma. Casas: ranchos compartidos. Olvídense de lo que alguna vez conocieron como contratación colectiva: un invento del capitalismo. En el socialismo del siglo XXI eso no existe porque los trabajadores no están organizados en sindicatos libres. Porque no eligen a sus líderes. Porque no se les permite negociar. Porque su “bienestar” depende del estado de ánimo del Presidente de la República. Ya se los dijo “si se meten con las empresas del Estado se meten conmigo”.
En Venezuela, más o menos la mitad de la población apoya al régimen. Se entiende, porque viven de promesas y de ilusiones construidas mediante una relación a distancia de desconocidos. Pero en Guayana los sindicatos tenían el problema frente a frente, y no lo quisieron ver.
¡Hasta ahora! Cuando todavía hay tiempo para recuperar lo perdido… pero no mucho.