sábado, 9 de marzo de 2002

NEGOCIAR CON EL MAL (2002)

Peter Drucker escribió un ensayo titulado “El Monstruo y el Cordero” (John Wily and sons. Feb. 1998. En “Adventures of a Bystander”). Como veremos más adelante el título omite a quien –quizás- sea el más maligno de todos.

EL PROFESOR DE BIOQUÍMICA

El 25 de febrero de 1933, en la Universidad de Frankfurt, se celebró la primera reunión de sus facultades académicas bajo el dominio nazi y convocada por el “Comisario” de educación. La universidad era famosa por su carácter liberal, su tolerancia de todas las ideas, la libertad de conciencia y una Facultad de Ciencia donde daba clases un distinguido bioquímico candidato al premio Nobel. El “Comisario” nazi, no perdió tiempo en saludar. Anunció que a los judíos se les prohibía de inmediato el acceso a la universidad y los profesores de esa religión serían despedidos sin compensación. Acto seguido, se dirigió a los distinguidos profesores con un lenguaje destemplado y soez como nunca se había oído en ese augusto recinto. Antes de terminar, apuntó con su dedo índice a cada uno de los decanos diciéndole que “de ahora en adelante harán lo que yo les ordene o terminarán en un campo de concentración”. Cuando concluyó se hizo un profundo silencio sólo interrumpido, después de algunos minutos, por el ilustre profesor de bioquímica. “Su intervención me parece muy interesante y hasta esclarecedora en algunos aspectos. Sin embargo, hay algo que no quedó claro ¿tendremos más dinero para nuestras investigaciones científicas?”. La reunión finalizó con la promesa del “Comisario” de que “habría mucho dinero para la ciencia asociada a una raza pura”.

EL MONSTRUO

Reinhold Hensch, era un compañero de redacción de Peter Drucker, en un diario de Frankfurt, por el año de 1933. No era particularmente brillante, ni muy buen periodista. Se inscribió temprano en el partido nazi y cuando éste llegó al poder, fue nombrado “Comisario” para supervisar a todos los periódicos de la ciudad. Drucker ya había decidido abandonar Alemania, convencido de que bajo el nazismo, no podría desarrollar las habilidades que –años más tarde- lo convertirían en uno de los grandes conceptualizadores de la gerencia moderna. Una noche, sin previo anuncio, Hensch fue a visitar a Drucker para convencerlo de que se quedara en Frankfurt como director del diario donde ambos trabajaban (Hensch –por supuesto- ya no laboraba allí por ser, en su condición de “Comisario”, supervisor del contenido editorial e informativo de todos los diarios de Frankfurt). Drucker agradeció y rechazó la oferta que, a la edad de 23 años, lo habría convertido en el director más joven de periódico alguno en Alemania. Discutieron la situación política del momento y los riesgos que Drucker, en su visión negativa del futuro de Alemania bajo el nazismo, le auguraba al país. Hensch le confesó estar “aterrorizado” por las conversaciones que había escuchado en los círculos íntimos del nazismo. Todas pronosticaban un futuro de conflictos sociales, racismo, y hasta una guerra contra los archienemigos de Alemania en Europa: Francia e Inglaterra. Ante esta confesión, Drucker aconsejó a Hensch que se fuera también del país. Pero éste, a diferencia de Drucker, no dominaba sino el idioma alemán. Jamás había salido de Frankfurt y reconocía que no era brillante –por lo tanto- sabía que no podía progresar en el exterior, como podía hacerlo en Alemania, simplemente aprovechando su temprana militancia en el partido nazi. “Aquí en Alemania tendré poder y seré importante. Ya verás que en el futuro oirás hablar de mi. Además” –continuaba Hensch- “quiero poder, dinero y reconocimiento”. Los “bien nacidos” serán demasiados escrupulosos para manejar la situación. Yo podré. Tampoco creo posible que los nazis puedan hacer todas las barbaridades que anuncian –entre ellos- sin perder el poder. Este es el siglo XX y “estas cosas no serán aceptables”. Con esa aseveración Hensch se despidió. Drucker no volvió a conversar con él. Un día, poco después de que terminara la guerra, leyó una pequeña nota en “The New York Times”. “Reinhold Hensch, uno de los criminales de guerra más buscados, se suicidó en el sótano de una casa en Frankfurt que había sido bombardeada (la suya). Hensch era el segundo de los comandantes nazis del S.S., con el rango de teniente general, encargado de aniquilar a los judíos y otros enemigos del estado alemán...”

EL CORDERO

El periódico “Berliner Tagblatt” era para los lectores de lengua alemana, dentro y fuera del país, un sinónimo de excelencia. Según Drucker algo así como “The New York Times” (Estados Unidos) y el “Times” (Gran Bretaña). Paul Schaeffer, un brillante periodista y analista político, había sido escogido para ser su director. Como parte de su entrenamiento para el cargo fue enviado como corresponsal del periódico a los Estados Unidos. El director –en ejercicio- del periódico era judío y fue, como era de esperarse, sumariamente despedido. El gobierno nazi le ofreció –de inmediato- el cargo a Schaeffer. Para esa fecha Drucker ya estaba en Londres en la muy grata compañía del Conde Albert Montgelas, uno de los corresponsales extranjeros más respetado de Europa. Cuando Montgelas y Drucker se enteraron del nombramiento de Schaeffer y de su posible aceptación del cargo, lo convencieron de que, en ruta hacia Alemania, pasara unos días en Londres. Schaeffer aceptó. Es importante aclarar que Schaeffer se había hecho amigo de F.D. Rooselvelt y lo había ayudado en su exitosa campaña presidencial. Era –pues- reconocido y tenía una muy buena reputación internacional. Drucker y Montgelas le aconsejaron que no aceptara. Que un hombre de su estatura pública iba a ser utilizado por el régimen nazi para disfrazar sus fechorías, dentro y fuera de Alemania. Schaeffer, fue sordo a los argumentos de sus amigos y alegó que el gobierno nazi no se atrevería a cometer las atrocidades, de las cuales ya lo acusaban, si él estaba presente. Que él era el único capaz de neutralizar al régimen. Que una vez nombrado, no podrían despedirlo, ni obligarlo a renunciar, por cuanto se formaría un escándalo internacional... Schaeffer pasó dos años como director del “Berliner Tageblatt”, justificando lo injustificable, tapando lo que todos veían, haciéndole “buen ambiente” en el exterior al régimen. Al final de ese breve período, el régimen nazi “desapareció” al periódico y a su “importante” director. Nunca se supo que pasó con Schaeffer. Sobre estos recuerdos Drucker construye unas interesantes conclusiones sobre el mal y sus humanos instrumentos. Cita a la escritora y filosofa Hannah Arendt, quien en su famoso libro sobre el criminal Eichmann, habla de la “banalidad del mal” (The banality of evil). Para Drucker esa era una frase inaceptable y “desafortunada”. El mal nunca es banal. Sus ejecutores si. El mal es montruoso y los hombres son tímidos, como lo demostraron Hensch y Schaeffer. Por esa razón, y cito a Drucker, “porque el mal nunca es banal y los hombres frecuentemente lo son, los hombres no deben pactar con el mal bajo ninguna circunstancia ni condición, porque las condiciones siempre serán las del mal. El hombre se convierte –entonces- en el instrumento del mal, como Hensch cuando cree que puede subordinar el mal a su ambición o como Schaeffer que se asocia al mal creyendo que puede neutralizar sus efectos y sus consecuencias”. Drucker se pregunta cuál de los dos, el Monstruo o el Cordero, representan el mayor peligro. Si la ambición de poder de Hensch o el pecado de soberbia de Schaeffer. Su respuesta pone el dedo en la llaga mayor del siglo XX. Para Drucker, el más peligroso es el indiferente. El profesor de bioquímica en la Universidad de Frankfurt. El que ni mata ni miente. Pero se niega a ver cuando “crucifican al Señor”. Ese, “indiferente”, es el protagonista que le falta al título del ensayo de Drucker.

LA TROPICALIZACION DE DRUCKER

Mi tropicalización del relato de Drucker se resume así: - No se puede negociar con el mal. - No se puede pretender aprovechar el mal sin contaminarse. - No se puede creer en la posibilidad de neutralizar el mal porque somos importantes y conocidos. - El mejor aliado del mal es la indiferencia que supone que las trágicas consecuencias de la malignidad, nunca tocarán a su puerta.

LA VENEZOLANIZACION DE DRUCKER

Al leer este ensayo de Drucker, vi al régimen actual de Venezuela como la encarnación del mal. A todos los que se han enriquecido “aprovechando” las debilidades morales de la “revolución”, como los Hensches de Drucker que creen poder beneficiarse del poder sin contaminarse con su fetidez. A Schaeffer lo vi representado por algunas “almas buenas” que siguen al pie del cañón pensando que, de no estar ellos allí, “la cosa sería peor” (típico autoengaño que se acostumbra, en forma cada vez mas complaciente, para hacer digerible lo que ya no es tolerable). Y, por último, vi al Profesor de Bioquímica en los millones de venezolanos que contemplan con indiferencia e inacción, a todos los signos del desastre inminente, de la corrupción, de la destrucción institucional y del ataque despiadado a su autoestima... y siguen creyendo que “eso” no es con ellos.