domingo, 9 de marzo de 2008

FUEGOS ARTIFICIALES

La muerte del guerrillero Raúl Reyes y la protesta severa de Ecuador por la presencia de tropas colombianas en su territorio, tuvo todas las características de un drama con un toque de sainete. Las fuertes acusaciones del presidente Correa a las motivaciones colombianas y la movilización de tropas ecuatorianas pueden aceptarse como la reacción de quien siente que su país ha sido agredido por la inconsulta presencia de un ejército extranjero en su territorio. Aunque parezca una reacción excesiva, por prematura, de un país que estaba obviamente dispuesto a buscar soluciones ante las instancias internacionales pertinentes. Hasta aquí, todo es drama. Peligroso, por cuanto Colombia reaccionó, como lo hizo, al conocer que un alto dirigente de la guerrilla, que ha agobiado a su país por más de 60 años, estaba cómodamente instalado a sólo 1800 metros de su frontera. Era demasiado tentador como para no tomar acción. Obviamente, la acción no es justificable, pero….
El drama ha podido convertirse en tragedia si tanto Colombia como Ecuador, pasados los primeros minutos de ofuscación, no hubieran aceptado la mediación internacional antes de que la sangre llegara al río, aunque Correa mantenga todavía un lenguaje agresivo y peligroso. La Resolución de la OEA pretende evitar un conflicto armado y ratifica la inviolabilidad del territorio ecuatoriano. Pero la denuncia sobre la presencia de terroristas colombianos en territorios vecinos produjo una condena no explícita a los países que la “toleran” por no tomar acciones punitivas a tiempo o por complicidad abierta. ¡Bien por la OEA!
En este pleito ajeno el sainete, lamentablemente, lo aportó Venezuela. Se ordena, en un programa de televisión, movilización de tropas a la frontera. Cierre de nuestra embajada en Colombia. Expulsión del personal de la embajada de Colombia en Venezuela. Interrupción de algunos movimientos comerciales fronterizos. Condena a los medios de comunicación porque, supuestamente, estuvieron informando sobre movimientos de tropas y equipos, anunciados públicamente por el Presidente. Todo parte de esa peligrosa costumbre del primer mandatario de reducir las acciones de gobierno a símiles bélicos. “Batallones. Divisiones. Rodilla en tierra. Patria, Socialismo o Muerte. Revolución armada. Si la oposición gana las elecciones regionales habrá guerra. Etcétera”.
Si en estos jueguitos de guerra constantes, un día sin querer, se le escapa un tiro a alguien o si los amenazados se toman en serio el discurso y disparan, esta vez no por accidente, entonces, el sainete se convertiría en tragedia.
Hasta ahora, en estos juegos de guerra las escaramuzas son verbales y los insultos a los opositores de la filosofía oficial son constantes y elevadísimos de tono. A mandatarios extranjeros y a personas e instituciones nacionales se les ha llamado borrachos, vendepatrias, genocidas, lacayos del imperio, ladrones, etc. Pero ante cualquier crítica que venga en sentido contrario, la reacción oficial es de orgullo herido por considerar inaceptable que se responda a las agresiones.
Esta táctica le ha permitido al régimen pegar sin que le peguen… hasta hace poco cuando, a los insultos de Chávez, Uribe le ha respondido con el tiro certero de la amenaza de acusarlo ante el Tribunal Penal Internacional de la Haya. Desde el punto de vista mediático esta acción, prospere o no, ha tenido y tendrá mucha más repercusión nacional e internacional que los tiros al aire de las ráfagas verbales chavistas.
¡Cuestión de puntería!