Es el título de un libro de lectura obligada. Si algún día pretendemos entender estas contradicciones que nos gobiernan debemos conocer cómo llegamos aquí.
En su conversación con Ramón Hernández, Germán Carrera Damas se da y nos da un banquete con platos de historia, política, militarismo, demagogia y autoritarismo con dosis de definiciones de democracia liberal, socialdemocracia y democracia cristiana con enorme claridad y sentido didáctico. Luego nos ofrece una aguda visión de nuestra sociedad destacando que todavía no hemos hecho la transición de súbditos a ciudadanos. Esto tiende a explicar porqué el enamoramiento con un autócrata. Estamos acostumbrados a obedecer. Para complicar, aun más el problema quien nos manda tiene todas las características de un sargento: “la mitad del poder de un sargento consiste en obtener de sus dependientes una obediencia absoluta, inmediata y eficaz porque hay que inculcarles la conducta de mando/obediencia”.
El sargento ordena, los soldados obedecen y tienden a mirar en él al símbolo que les resolverá todos sus problemas. Por eso ante cualquier dificultad la consigna es “hablar con el presidente”. Por su parte, nuestro sargento cree que su condición de presidente le da el derecho de intervenir directamente en el manejo de instituciones que tienen sus propias y legítimas autoridades. Recuerdo cuando Chávez dijo, como algo inaceptable, que en la vieja Pdvsa él no podía despedir a nadie. Por eso, la vieja Pdvsa era lo que era y la actual es una mala caricatura de una empresa petrolera. Por supuesto que Chávez no puede despedir a ningún trabajador de Pdvsa, ni de ninguna empresa pública o privada. No está entre sus atribuciones, como no lo está mandar a “echarle gas del bueno” a manifestantes, ni regalar el dinero de los venezolanos.
Carrera Damas le otorga enorme importancia al trienio 1945-48. En ese periodo se estableció la democracia liberal. El gobierno incluyó en el proceso político a todos los venezolanos al darle el voto a las mujeres y a los analfabetas. Antes menos de la mitad del país tenía derecho a participar en los procesos electorales. Consagró también la elección directa y secreta del presidente de la república, rompiendo con el molde gomecista dentro del cual el presidente en ejercicio nombraba a su sucesor. Intentó, aunque a mi manera de ver infructuosamente, de subordinar el poder militar al poder civil. No lo logró como lo evidencian los hechos de 1948 y de 1958. Luego de varias décadas de civilidad sufrimos, de nuevo, el peso de un gobierno militar/militarista como nunca lo habíamos conocido. Los gobiernos anteriores militares tenían, por lo menos, la inteligencia de reclutar los mejores civiles para administrar el país. Hoy, a cualquier sargento lo encargan de presidir instituciones que requieren de profesionalismo para su buena administración.
Otro concepto desarrollado en el libro es lo inconveniente de la intolerancia democrática mal entendida: no se trata de impedir el libre juego de las ideas. Lo que no es “tolerable” es que por cobardía no se discuta y rebata con lo que estamos en desacuerdo ni aceptar actos ilícitos para evitar perder apoyo popular (un error político garrafal).
Carrera Damas es optimista. Cree que los valores democráticos de la sociedad venezolana se impondrán y que no veremos a Venezuela convertida en Cuba ¡Amen!
He omitido mencionar hasta ahora, injustamente, a Ramón Hernández quien con sus incisivas y provocadoras preguntas le abrió el camino a Carrera Damas para una clase magistral.
Un libro imprescindible.