domingo, 25 de julio de 2010

PLAN NACIONAL IV

Con este artículo continuo una serie de las ofertas sobre políticas públicas que debería hacer la oposición. Se requieren propuestas distintas y audaces. Hoy hablaré sobre educación.
La educación en Venezuela está en crisis. El proyecto de multiplicar los preescolares públicos ha sido archivado. La planta física de las escuelas está o deteriorada o falta de equipamiento o en número muy inferior al necesario. Se ha ideologizado el acto educativo y se pretende reescribir la historia para borrar a los héroes civiles y reemplazarlos por estereotipos de militares heroicos que extienden su presencia hasta hoy. Las escuelas bolivarianas han fracasado y ni los dos turnos de escolaridad ni la alimentación adecuada se le ha dado al alumno. Se suspendió el programa PAMI que le proveía a miles de niños un vaso de leche diario. No se conocen las cifras reales sobre alfabetización y deserción escolar ya que el régimen las ha maquillado como parte de su andamiaje populista.
Sugiero: - Retomar el programa de alimentación escolar. Sincerar las estadísticas para conocer la magnitud del problema de los niños excluidos del sistema y la deserción escolar. Establecer como obligación los 11 años del ciclo básico y diversificado. Construir nuevas escuelas y mejorar inmediatamente la infraestructura física. Desideologizar los programas educativos, incluir en ellos los principios de moral, cívica, democracia, ética y amor a la patria. Desarrollar un gran plan nacional que transforme a las escuelas en centros productores del saber y del desarrollo humano. El estudiante no puede continuar como un actor pasivo, receptor de conocimientos impartidos por una sola fuente: el maestro. El acceso a las herramientas que ha producido la revolución tecnológica han transformado al acto educativo. En la sociedad del conocimiento el estudiante está orientado hacia la solución de problemas y desarrollo de destrezas y competencias. Por lo tanto el equipamiento de las escuelas y el rol del maestro tienen que adaptarse a esta nueva realidad. Hay que mejorar las condiciones socioeconómicas de los maestros. Por la vía del desconocimiento de sus derechos laborales y por la ausencia de una política moderna de desarrollo profesional se le ha disminuido la relevancia que deberían tener como uno de los recursos humanos más importantes para la nación. Es imperativo la revalorización del rol del maestro.
A la educación superior se le han reducido sus presupuestos dejándole poco para la investigación, disminuyéndole su rol de centros de producción del conocimiento y generador de propuestas para insertar al país en el mundo del desarrollo. Las grandes necesidades de la educación básica (11 años) y las disminuidas disponibilidades presupuestarias del país obligarán a las universidades a revisar su estrategia para obtener fondos nuevos: proveer y cobrar por servicios profesionales. Implantar un sistema donde los alumnos con recursos económicos puedan contribuir al costo de la matrícula. Por supuesto, una universidad de calidad y gratuita es el objetivo ideal. Sin embargo, a veces la realidad pesa demasiado sobre el sueño y para salvar al sistema de educación superior me temo que vamos a tener que usar métodos distintos a los tradicionales.
Por último, hay que transformar al Ministerio de Educación en un ente no burocrático, generador de políticas educativas modernas que luego se aplicarán en las regiones. En otras palabras, el Ministerio planifica y las regiones participan en esa planificación y ejecutan.
¡No más de lo mismo!