Hoy hablaremos sobre agricultura.
Este régimen ha liquidado la producción agrícola nacional. Ha confiscado unidades de producción para abandonarlas después. Ha reinventado la agricultura de puertos, con altísimos niveles de importación. Veamos. Importamos 37% de la leche que consumimos. 20% de reses vivas, 55% de maíz, sorgo, soya, harina y grasas (ABA), 30% de frutas y vegetales, 85% de oleaginosas (soya, maíz amarillo, palma), 100% de trigo, cantidades variables de café y arroz, 33% de azúcar y refrescos (Informe Agudo, julio 2010). Hay falta de inversión y mantenimiento en las zonas rurales donde reina la inseguridad. Se abandonaron los sistemas de riego. Los controles de precios artificialmente bajos le han producido al productor una rentabilidad negativa. La corrupción oficial le ha restado recursos financieros a los agricultores y lo poco que se otorga se hace de manera selectiva a quienes apoyan al régimen. Por último, las confiscaciones y el deterioro de los servicios de salud, educación y vivienda han resultado en la pérdida de miles de empleos en el campo.
Ante un nuevo gobierno sugiero: Asignarle a los agricultores la propiedad de las tierras y sus bienhechurías con titularidad inobjetable. Lucha frontal contra el secuestro y la extorsión. Invertir masivamente en las zonas rurales en infraestructura, vivienda, escuelas y centros de salud. Desarrollar institutos de investigación y asistencia agropecuaria modernos. Proveer financiamiento y entrenamiento en el uso de nuevas tecnologías de siembra y recolección. Limitar la importación de alimentos a lo estrictamente necesario para cubrir el déficit de la producción nacional. Revisar los acuerdos internacionales que nos han colocado en desventaja arancelaria con respecto a otros países. Por último, aprobar una Ley Orgánica de Desarrollo Agrícola y Seguridad Alimentaria orientadora del abastecimiento y consumo alimentario de los venezolanos. Hasta aquí algunas recomendaciones de Hiram Gaviria.
Por mi parte, sugiero dejar que el mercado y la negociación establezcan precios tanto para los productos primarios como para los procesados por la agroindustria. Si se decidiera fijar algunos precios esto debería limitarse a decretar precios mínimos rentables o una banda entre mínimos y máximos dentro de la cual se movilizarían los productores y compradores. El objetivo debe ser una competencia sana y premiar al productor más eficiente.
Promover la asociación (cooperativas ¿?) de pequeños y medianos productores a fin de fortalecer su poder de negociación con la agroindustria y aumentar el valor agregado de aquellos productos que van directo al consumidor, haciendo participar al productor en el transporte, empaque, almacenaje y distribución para incrementar su ingreso y reducir el enorme margen que existe hoy entre lo que recibe el productor y el precio de venta al consumidor.
Hay que reconocer que Venezuela no es un país agrícola. Sus tierras no son las mejores y se requieren estudios que identifiquen la vocación óptima de cada región, para luego sembrar lo que pueda competir razonablemente con su equivalente importado. Ni agricultura de puertos ni producir todo mediante subsidios o cargas arancelarias. Una agricultura totalmente subsidiada aumenta los costos al consumidor lo cual no es justo. Hay pues que buscar un equilibrio entre lo que competitivamente (con apoyo oficial razonable) se puede sembrar en Venezuela y hasta exportar y lo que forzosamente debemos importar. Ya basta de ir de un extremo a otro.
¡No más de lo mismo!