Con alguna sorpresa observadores de la vida política nacional han presenciado lo que parecen ser “recules” del Presidente Chávez ante decisiones fuertemente criticadas en su momento por la ciudadanía.
Para no hacer un largo inventario debemos referirnos sólo a cuatro:
1) El monto de los pasajes a cobrar por los servicios de transporte en la zona metropolitana.
2) La anulación del memorando enviado por el canal 8 a Globovisión cobrándoles sumas astronómicas por el uso de la señal del canal del Estado.
3) La derogación de la Ley de Inteligencia y
4) La nueva posición de Chávez ante la FARC.
Empecemos por recordar que Chávez domina con maestría dos argucias políticas: Una, desviar la atención sobre aspectos críticos de su gobierno asomando trapos rojos de diferentes telas. Otra, “recular” cuando el “recule” sirve para intentar “demostrar” el talante democrático y participativo del régimen que supuestamente no vacila en rectificar cuando se “equivoca”.
No puedo menos que pensar que una decisión tan peligrosa socialmente como reducir los ingresos de los chóferes de transporte público, ya de por sí descontentos por el alto grado de inseguridad al que están expuestos haya sido tomada sin el conocimiento del Presidente. Cuesta trabajo aceptar que el Presidente del Canal 8 y el Ministro de Información hayan decidido solitos cobrarle a Globovisión la absurda tarifa que le pretendían imponer, así como parece aún más improbable que Chávez haya promulgado “habilitantemente” la Ley de Inteligencia sin haber leído su contenido. Si todo era de su conocimiento, entonces, la conclusión inevitable es que Chávez sabía que estas decisiones generarían protestas, y permitió que se tomaran para tener la oportunidad de “recular” sobre algo a lo que en realidad no le daba mucha importancia a fin de disminuir la presión sobre lo verdaderamente crítico: las computadoras de la FARC, el maletín argentino, la señalada corrupción familiar en Barinas, el denunciado fraude y el uso indebido de fondos públicos en las elecciones internas del PSUV. Todo como parte de una estrategia diseñada para recuperar parcialmente el perdido apoyo ciudadano intentando pasar, en la percepción popular, de autócrata caprichoso a demócrata razonable.
Más difícil de explicar como táctica predeterminada es su actitud ante la FARC. Si su posición reciente de novedoso opositor a la guerrilla es una pose temporal para amainar tempestades que se otean en su horizonte político, tiene que saber que regresar a ser “amigo de la causa” le producirá consecuencias políticas graves nacionales e internacionales. A menos que su nueva actitud haya sido “negociada” con la FARC para disminuir presiones en lo público y mantener contacto amistoso en lo privado. Estrategia que justificaría por sus gestiones visibles para obtener la libertad de los rehenes. Sin embargo, algunos observadores políticos atribuyen el cambio de posición de Chávez a presiones de Uribe que lo habría amenazado con hacer públicos documentos muy comprometedores encontrados en los computadores de Reyes. Otros, a una presión de las Fuerzas Armadas venezolanas que supuestamente estarían observando con preocupación los acelerados pasos de Chávez por imponer un inaceptable régimen socialista comunista, mientras que activistas de la oposición atribuyen los gestos del nuevo Chávez a una estrategia electoral preocupado, como está, por la debilidad demostrada por muchos de los candidatos seleccionados por el PSUV a gobernadores y alcaldes.
Al final, de lo único que estoy convencido es que los gestos del nuevo Chávez obedecen más a un repliegue táctico que a un cambio de dirección.
¡Prohibido engolosinarse!