En casi todos los foros que se han realizado recientemente sobre las salidas de la crisis política y económica que sufrimos, la conclusión es que hay que transitar la vía electoral, pero sin dejar de examinar todas las otras opciones constitucionales y, aunque muy pocos se atreven a admitirlo, las inconstitucionales también. No porque esa sea una vía a escoger sino porque puede presentarse sin buscarla. En planificación estratégica todos los escenarios deben examinarse y el golpe de Estado es uno que, en nuestra cultura, no puede ignorarse. Si después de 34 años de democracia, Chávez se atrevió en 1992 a intentar un golpe militar, resucitando así una práctica que creíamos enterrada para siempre, no debería sorprendernos si a 17 años de ese evento y bajo un régimen cada día más alejado de la democracia alguien tuviera la tentación de jugar a la suerte bajo la impresión de que sus acciones tendrían apoyo popular (Remember, Honduras)
Al analizar la salida electoral constitucional debemos considerar posibilidades como la protesta popular masiva ante una posible situación de ingobernabilidad, lo cual llevaría a una renuncia del Presidente. O, quizás, el descontento creciente pudiera sugerir la posibilidad de intentar de nuevo un referendo revocatorio. O, que una derrota electoral parlamentaria del régimen produzca la cadena de ingobernabilidad/renuncia.
Porque la salida electoral es la preferida es importantísimo que desde ahora hasta el año 2010 pongamos en la calle el tema de la elección parlamentaria sin descuidar otras acciones imprescindibles (un discurso coherente y un programa para el día después de Chávez). Todo lo cual no será posible sin lograr la unidad de las fuerzas opositoras. En este contexto hay que sacar de la discusión el incomodo tema de la tarjeta única electoral. No habrá tal tarjeta porque no es necesaria. Si la oposición presenta candidatos únicos en los diferentes circuitos entonces el apoyo le llegará por la vía de múltiples tarjetas. Así los partidos podrán conservar su identidad y se podrá medir, después de las elecciones, la aceptación popular de cada uno. Otra ventaja de empezar desde ya la campaña electoral parlamentaria es que si el régimen suspende las elecciones (ya lo hizo el TSJ) o cometiera fraude electoral, esas acciones pudieran ser el detonante para una protesta masiva. En otras palabras, esta estrategia sirve hasta para el escenario bajo el cual no se celebran elecciones. Lo que me lleva a criticar fuertemente la pasividad de los partidos políticos ante la inconstitucional suspensión de las elecciones hasta tanto la Asamblea Nacional promulgue una nueva ley electoral y la posposición de las elecciones municipales. Se dice que ante la debacle sufrida por la oposición en las elecciones para alcaldes los partidos pensaron que en las municipales les iría peor. Si eso es así entonces la oposición no puede quejarse cuando el régimen ignora la Constitución porque cree que le conviene hacerlo.
En resumen, creamos en la muy real posibilidad de salir de este régimen por la vía electoral y preparémonos para eso. Pero no archivemos las otras opciones constitucionales de ingobernabilidad: renuncia del Presidente o referendo revocatorio de su mandato. Durmamos también con un ojo abierto ante la opción inconstitucional a la cual debemos oponernos desde ya.
Por último, recordemos que este régimen no tiene ideología. Lo que ha hecho son ofertas emocionales y, en las relaciones personales, la emoción es lo primero que se desinfla.