Debo admitir que durante el proceso de las primarias pensé que el enfoque confrontacional de Diego Arria y María Corina Machado era el que le convenía a la oposición porque atraería al mayor número de ciudadanos hartos de los abusos, la ineficiencia y la corrupción del régimen. Por su parte, desde el inicio, Capriles escogió la estrategia de la no confrontación, de la inclusión de todos los venezolanos, de ofrecerle una mano abierta al chavismo y prometer corregir los problemas mayores que afectan a la ciudadanía: inseguridad, salud, empleo, educación y vivienda. Una y otra vez repitió el mensaje de la unidad, “en mi gobierno nadie tendrá que ponerse una franela de determinado color ni inscribirse en un partido político para disfrutar de sus derechos como ciudadanos”. La avalancha de votos que obtuvo en las primarias más que justificaron su estrategia. Pero aun, ante la evidencia de su abrumador triunfo algunos contemplamos con cierta duda esa estrategia. Nuestro argumento era que una cosa eran las primarias, un acto electoral entre nosotros y otra muy distinta sería una campaña presidencial donde participaríamos nosotros y los otros.
Capriles continuó su campaña de no confrontación, de inclusión y de oferta de solución a los problemas que de verdad afectan a la gente, aunque le ha agregado un pequeño ingrediente de crítica al régimen y a su abanderado el presidente de la república. No sabemos todavía si irá elevando el tono del mensaje en la medida que transcurra el tiempo de la campaña o si continuará con la actual estrategia que favorece a la no confrontación directa, el no responder a provocaciones y a mantener el tono equilibrado de estadista que contrasta con el mensaje camorrero, descalificador e insultante de su contrincante. Es precisamente, en el contraste de estilo donde pudiera estar el éxito que ha tenido hasta ahora Capriles. Pareciera que la ciudadanía, poco a poco, está rechazando un estilo para abrazar a otro. Prueba de ello son las dos manifestaciones populares recientes, la de Caracas el día de su postulación y más sorpresiva aún, por su geografía, fue la de Maturín el martes 12. Para lograr esas multitudes tienen que haberse incorporado a ellas un número importante de los sectores populares más desasistidos, justamente los que hasta hace poco era incondicionales de Chávez. Por su parte, el presidente no es el mismo, su mensaje es cansón y repetitivo. Ya no hipnotiza a sus seguidores, es más, durante su discurso de postulación del lunes 11, era patético presenciar como el público abandonaba la plaza y dejaba enormes vacios como respuesta a una retórica que ya no entusiasma a nadie. No hay nada más desolador que presenciar en vivo el derrumbe de un mito. Ser testigo de cómo el mismo discurso que antaño arrastró multitudes se convierte en un triste esfuerzo por revivir el pasado. De nuevo recordamos el viejo adagio que dice que ni deportistas ni políticos saben retirarse a tiempo.
La estrategia casa a casa, ahora complementada por manifestaciones masivas que deben repetirse en todas las ciudades ha demostrado su eficiencia y debe mantenerse. Los sajones dicen que “si no está roto no lo reparen”. O sea, no toques lo que funciona bien. Capriles ha demostrado coraje, resistencia y talento para lograr incorporar a sus seguidores al sector que hasta ahora seguía a Chávez. Apoyemos sus esfuerzos y observemos como en adelante aumentará al aluvión de apoyo de todos los sectores. Esta tendencia es ya irreversible y el 07 de octubre se manifestará en una victoria abrumadora.