Fue también diputado al Congreso Nacional, profesor de la UCV y director de la Escuela Técnica. Pero lo que quiero recordar con dolor de ausencia es al hombre civilizado y bonachón que fue mi hermano. Tenía en abundancia lo que los anglosajones llaman“Social graciously” Llenaba los salones con su presencia. Asistía a todas las reuniones sociales y culturales importantes del país. Cuando no tenía compromisos se paseaba por su juguete favorito, el Hotel Tamanaco, y entraba a saludar a los asistentes de los numerosos festejos que allí se celebraban. Su presencia era siempre bienvenida.
A mi hermano le gustaba viajar y contaba con su propia aeronave para ello. Junto con Aníbal Latuff constituíamos un trío que alguien bautizó como los “Monsters”. El que menos, por su físico, merecía esa denominación era yo. Aníbal y mi hermano eran más altos y más fuertes. Tuvimos la suerte de de poder disfrutar de la vida, tanto de lo mundano como de lo cultural. Disfrutábamos de una exhibición individual de Picasso en New York, una obra teatral en Londres, la feria de Sevilla en España, la buena mesa en París y un juego de dómino en nuestras casas. Jamás nos arrepentimos ni ayer, cuando lo disfrutábamos ni hoy cuando lo recordamos, de poder haber satisfecho mucho de nuestros gustos y haber tenido las oportunidades y satisfacciones que nos dio la vida.
Mi hermano era una combinación, de cultura, bonhomía y “bon vivant”. Le gustaba la buena mesa y, al igual que Aníbal y a mí, la champaña Cristal y el whiskie Old Parr. Disfrutar lo que se vive no es una banalidad, es un deber. Por eso, mi hermano quien vivió los últimos años fuera de Venezuela, sufrió mucho por lo que dejó aquí pero se ahorró tener que presenciar el derrumbe de una sociedad con una clase media fuerte que disfrutó como pocas del mundo y cuyos gobiernos descuidaron a las mayorías empobrecidas que hoy, encandiladas por un populismo mentiroso le pasa una injusta factura. Lamentablemente, en época de abundancia nuestros hijos no tendrán las múltiples opciones que nos ofreció la vida a nosotros.
Termino con otra anécdota. En una ocasión viajamos a Buenos Aires, en un momento en que estaba de moda el secuestro de personas prestigiosas. Mi hermano se registró en el hotel, por cuestiones de seguridad, bajo otro nombre. Al concluir el proceso de ingreso, el encargado de la recepción gritó a todo pulmón: “Por favor, lleven el equipaje al cuarto del Dr Rafael Tudela”. Para mi hermano era imposible pasar desapercibido.
El viernes 28 de marzo en la madrugada falleció mi hermano Rafael Tudela Reverter. Sus hermanos, sus hijos, sus nietos así como sus muchos amigos estamos de luto, aunque, sin duda el cielo estará de fiesta.
Descansa en paz.