La semana pasada analicé (EL
Nacional, 26-06) lo que en mi opinión podría dividir a la oposición. Hoy
examinaremos lo que divide al régimen. Un campanazo lo dio la carta de Giordani
cuya importancia solo estriba en que documentó lo que todo el mundo sabía: 1.
Que en el régimen la corrupción es galopante. 2. Que Maduro no le hacía caso (menos
mal) y 3. Que en el chavismo hay un grupo radical que todavía cree en el cuento
del Socialismo del siglo XXI y en el Plan de la Patria. A esta altura,
permítanme una disgresión. El mayor error de Maduro ha sido, hablar y hablar y
recordar a cada instante al difunto, conversar con su espíritu a través de un
pajarito y dormir en La Montaña frente a su féretro. A Maduro lo han
responsabilizado, injustamente, por el desastre que le dejó Chávez. Sin
embargo, el aumento de la inflación, la escasez y las protestas populares son
responsabilidad de Maduro quien con el aparente apoyo de la cúpula militar ha aceptado
la represión por ser la única manera que conocen los uniformados para
administrar el caos. Pero si la crisis se agudiza, aumenta la protesta popular
y Maduro y su régimen pierden el poco apoyo popular que todavía tiene, las
bayonetas no tardarán en retirarle su apoyo y aquí puede ocurrir cualquier
cosa.
El ala radical del régimen que,
todavía cree en pajaritos preñados, es una clara, aunque peligrosa minoría
pero, después de llevar a Chávez a poco menos que a olor de santidad, será
difícil cambiar drásticamente de rumbo sin riesgo de provocar una rebelión
interna que puede derivar en un conflicto armado. La tragedia del chavismo es
que no puede seguir gobernando bajo los postulados del “Plan de la Patria”
porque la economía, la política y los militares le pasarán factura. Pero si toma
las decisiones apropiadas como la unificación cambiaria y su suspensión
gradual, sincerar los precios de bienes hoy subsidiados, que son muchos,
incentivar al sector privado y despedir al gabinete, sobre todo al que hoy
parece el hombre fuerte (Rafael Ramírez), en un periodo más o menos corto, se
disparará la inflación y la pobreza aumentará críticamente, lo que causará más
protestas populares y Maduro será, para muchos, un traidor. A mí no me preocupan
las pugnas internas por el poder ni de la oposición ni del régimen. No creo que
las supuestas diferencias entre Maduro, Cabello, Rodríguez, Ramírez y otros
tengan mayor importancia. El problema es cómo mantendrá el régimen el apoyo
militar cuando ya hay oficiales que han dicho que “si hay que cambiar de rumbo,
pues así será”, palabras más, palabras menos. El gran dilema del régimen es que
no se puede sacudir la memoria de Chávez y sus instrucciones póstumas, so pena
de crear un estado peor de ingobernabilidad que el actual.
Algunos piensan que ya el
régimen escogió el sistema económico y político de China (gobierno autocrático
y economía capitalista) que impondrá poco a poco. No creo que funcione. A la
primera medida drástica, como por ejemplo, aumento de la gasolina y reducción
de otros subsidios se le llenarán las calles de protestas violentas.
Este es un país de transporte
terrestre, un aumento de la gasolina no solo encarecerá al transporte público
sino el de bienes y servicios que recorren grandes distancias desde los sitios
de producción hasta los centros de consumo. Agréguesele a todo lo anterior el
deplorable estado de PDVSA cuyas mentiras, sobre sus resultados financieros y
operativos, así como su promesa de aumentar la producción petrolera a futuro,
ya no cabe en el farragoso y pesado volumen de sus resultados financieros y
operativos del 2013. Ni se molesten en leerlo. Ya ni las falsedades “cuadran”.
El día que PDVSA cambie de directiva, sus auditores tendrán mucho que explicar.
En resumen, si la unidad de la
oposición es difícil, la del chavismo es poco menos que imposible, así como lo
son las soluciones que proponga Maduro para salir del caos.
Lo peor del caso es que si
alguien lo reemplazara también lo tendría bien difícil.
PD: Lo que todavía no sabemos
es si Maduro tiene el apoyo de los militares o si son ellos los que gobiernan.
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