I. Cambios en el gabinete.
La reestructuración del gobierno, anunciada
por Maduro, nos recuerda a un amigo que quería instalar una empresa. Me invitó
a almorzar y me dijo: “Alberto, tú que sabes de “eso”, me podrías diseñar un
cuadro de organización” Con mucho gusto, le dije, dime, primero, qué tipo de
empresa quieres estructurar. ¿Para qué, cuáles son los objetivos, con quiénes
te vas a relacionar, cuáles consideras serían sus puntos fuertes y sus puntos
débiles? ¿Es empresa familiar o estará en la Bolsa de Valores? ¿Tienes capital
o lo solicitarás? ¿Tienes ya previsto los recursos humanos que necesitarán,
etc? Porque entiende algo importante. El cuadro de organización de una empresa
o de un país, así como las leyes, son el instrumento del objetivo. Ambos
reflejan lo que los empresarios y la sociedad desean que se establezca.
Lo lógico, en el caso de
Maduro, era que nos explicara, primero, qué es lo que iba a hacer para
solucionar los problemas del país, como lo prometió. Unificación cambiaria.
Revisión de otros controles. Recuperación de la agricultura. Aumento de la
producción petrolera. Rescate de las empresas de Guayana. Control del gasto público
y el presupuesto nacional. Entonces, la oficina que audita el presupuesto, el
Banco Central, como ente autónomo y Planificación y Finanzas, deben estar muy
ligados.
El orden del proceso de
cambios sería el siguiente: 1. Lo que hay que hacer es análisis de costos (lo
social) y beneficio (lo económico) 2. Cómo y con qué. 3. Los objetivos. 4. Las
relaciones de tipo jerárquico y de asesoría entre los funcionarios. 5. Cuadro
de organización. 6. Modificación de leyes. 7. Informar a la ciudadanía.
¿Entendiste Maduro?
II. CITGO.
Ya lo habíamos dicho, no hay
que perder tiempo en radio y tv, explicando si la adquisición de CITGO fue o no
un buen negocio. Lo cierto es que sus activos son de nuestra propiedad y están
operativos. Sin embargo, pudieran invocarse razones para su venta. Analicemos
algunas. a. Se necesita el dinero. Dado el record de despilfarro de este
régimen no parece ser una decisión inteligente. b. Las refinerías son ya
obsoletas. Falso. Tienen facilidades de alta conversión y están bien
mantenidas. c. No tenemos suficiente crudo para suplirlas. Esta aseveración
está en conflicto con el anuncio del régimen, de aumentar la producción a 4 o 5
millones de barriles diarios, a corto y mediano plazo. d. Produce perdidas.
Falso. Se han generado dividendos y se han hecho inversiones importantes sin
que PDVSA aporte recursos de caja. e. No tenemos personal para administrarla.
Si tenemos pero, por los momentos, no están ni dentro de la empresa ni en el
país.
No creemos que hayan muchas
más razones para vender a CITGO. Es más, en el corto y mediano plazo, los
Estados Unidos, Canadá y México necesitarán capacidad adicional de refinación y
los problemas ambientales dificultan, demoran y aumentan los costos de nuevas
construcciones. Cuando esto suceda CITGO valdrá mucho más que hoy.
Una estructura como CITGO
sirve para múltiples funciones. Para refinar nuestro crudo pesado. Para procesar
el de otros productores. Para hacer intercambio de crudos y productos con otras
empresas.
Muchos de nuestros
autoproclamados expertos no han entendido todavía que PDVSA no compró
refinerías. Compró un mercado cautivo, integrado desde la exploración hasta la
estación de gasolina. Estos seudoexpertos tienen una mentalidad de tuerca y
tornillo. ¿De qué sirve producir petróleo si no se tiene a quien vendérselo, transformarlo
en producto y con unas redes de distribución seguras? ¿O es que estatizamos la
industria para que las transnacionales mantuvieran los beneficios de “aguas
abajo”, incluyendo el control del mercado y de los clientes? Entiendan que en
materia petrolera ¡es el mercado, estúpidos!
De nuevo, en el caso CITGO se
hicieron las cosas al revés. No nos explicaron: ¿Por qué vender si tenemos
mercado o no hay mercado que defender? ¿Dónde refinaremos el aumento de
producción? (si llega alguna vez). El dinero de la venta, justifican algunos,
pudiera producir más rentabilidad en otras inversiones. ¿Por qué, entonces, no
nos compramos un casino en Las Vegas?
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