La
corrupción oficial tiene diferentes métodos, actitudes y enfoques. Depende de
la sociedad, tipo de gobierno, educación ciudadana, fortaleza institucional,
separación de los poderes públicos, autonomía del Banco Central, etc. Por lo
general, en países económicamente pocos sofisticados los instrumentos
financieros son más fáciles de administrar para “imponer” la corrupción. El
pueblo no está instruido para entender las sutilezas de las manipulaciones
financieras. Los conceptos de fondos especializados, emisión de deuda pública,
la clasificación del riesgo país por los mercados internacionales no es
conversación que se escuche en los juegos de domino en los barrios de las
ciudades y a gran parte de la clase media, tampoco le preocupa mucho. Más difícil
es encubrir la corrupción en la ejecución de obras, en la administración de empresas
del estado o en el rápido deterioro de lo ya hecho.
Todos los
corruptos se arropan con la cobija de la auditoria. Pero lea usted
cuidadosamente todas las frases con las que se “tapan”, las empresas de auditorías
para poder justificar si se les escapa algo. Las decisiones gerenciales deben
identificar primero al “Qué”, seguido en “Por qué”, con quién, con qué y la
prioridad que tiene ese proyecto dentro de las necesidades de un país lleno de
problemas. Aquí en Venezuela al “Por qué” la autoridad responde porque: “me da
la gana”. Recordemos los numerosos viajes de Chávez al exterior y al interior
de la república que siempre terminaban en compromisos de Estado impuestos por el
capricho del mandante. Esa falta de disciplina gerencial y mala administración
del poder era, parafraseando a Rómulo Betancourt, multisapida. Una vez que el
jefe decide hacer una urbanización aquí, una carretera más allá y un puente entre
los dos, ¿quién le hace seguimiento a esas locuras?. Por eso el país está lleno
de “primeras piedras” y vacías las arcas del tesoro. Por supuesto, que la
administración por capricho estimula esa corrupción porque algunos empiezan a
ejecutar lo ordenado y lo dejan inconcluso. Otros ya ni siquiera se toman la molestia de hacer algo.
Todo lo
anterior me recuerda la anécdota que me refirió un gran amigo. Un presidente de
un país latino visita a otro colega del continente. Este anfitrión le dio
una espléndida acogida y lo invitó a almorzar a la casa de su propiedad y a
cenar a su finca. El visitante queda impresionado con el lujo de la casa y la
extensión de la finca y, en un momento de confianza, le preguntó: “¿tú eres
rico de familia?, porque lo que tienes es impactante. Al día siguiente ya en la
despedida, el anfitrión, antes de sentarse a la mesa, invitó a su colega a que
se asomara al balcón del palacio presidencial. Una vez en ese sitio, le dijo,
mira esa es una nueva urbanización que se está construyendo. Pues bien, “allí
estoy yo”. Así paseó la vista de este a oeste, de norte a sur donde
se edificaban acueductos, plantas eléctricas y en cada caso el presidente
repetía, “allí estoy yo”.
Tres años
después el presidente invitó a su anfitrión de ayer y, por supuesto, le extendió
exquisitas atenciones oficiales para retribuir los múltiples obsequios que le
había ofrecido su invitado. Cuando llegó el momento de despedir a su colega lo
condujo al balcón presidencial y le dijo: “no creas que se me olvidaron tus
consejos. ¿Ves esa urbanización que estamos construyendo?. El visitante
extendió hasta donde pudo la vista y le dijo: “pero presidente yo no veo nada”.
Precisamente, respondió el anfitrión, ”allí estoy yo”.
PD. Nicolás,
antes de dejar el poder, ordena una auditoría financiera, física y operativa
que nos responda, entre muchas, tres interrogantes: 1. ¿Cuánto dinero ingresó
al Fonden?, ¿cuánto se gastó y en qué estado están los supuestos proyectos que
financió? 2. Lo mismo para PDVSA y las empresas de Guayana. 3. Una auditoria
operacional, sobre todo a PDVSA, que explique las numerosas muertes y los
accidentes que han ocurrido en la empresa en los últimos 10 años. Esto será
útil cuando tengas que enfrentar el difícil dilema de entrar en default o
comprarle comida al pueblo.
Recuerda que
cuando “eso” sucedió “tú no estabas allí”.