I. Ahora que PDVSA cambió de
presidente lo primero que hay que preguntarse es si la salida de Ramírez se
debe a que Maduro quiso “sacudírselo”, como alegó alguien, o fortalecerlo al
nombrarlo Canciller. El tiempo lo dirá. Si después de unos meses, para atenuar
el golpe, a Ramírez lo nombran embajador, no importa la relevancia del país al
que sea designado, Ramírez fue “sacudido”. Por otra parte, como ministro de
Energía y Petróleo y presidente de PDVSA, a Ramírez lo conocen en todos los
países importantes para Venezuela. Por lo tanto, agregarle a su condición de
ministro presidente de PDVSA la Cancillería le daría aun más poder. Observemos
que sus 2 reemplazos han sido sus subordinados por años y, seguramente por
figurar, no les importará mucho reportarle a Ramírez silenciosamente. (La
coordinación entre la Cancillería y el Ministerio de Energía y Petróleo es algo
que se ha intentado, sin éxito, en el pasado) Los próximos nombramientos en estas
instituciones nos darán otras señales para el análisis.
II. Si el nuevo presidente de
PDVSA tiene algún poder, lo primero que debería proponer es transferir todas
las actividades no petroleras de la empresa a los ministerios donde deberían
estar y volver a ser una empresa de hidrocarburos consolidada, de alrededor de
40.000 trabajadores y empleados. Nunca hemos entendido porque este régimen, que
ha multiplicado el número de ministerios, sigue cargando a PDVSA con
responsabilidades que no le corresponden. ¿Es que la gerencia de PDVSA es
multisabia? Parece que no, en los últimos años ni siquiera han sabido
administrar la industria petrolera.
III. Quisiera aclarar lo que
parece que algunos analistas locales no entienden. Todas las empresas
petroleras integradas le compran petróleo y productos a otras empresas. Es muy
difícil que con la producción propia se pueda satisfacer las necesidades de
calidad y volumen de su mercado interno y las de exportación. O no tienen
suficientes refinerías y deben comprar productos para su consumo interno (caso
México) o pierden capacidad de producción o se nacionaliza la producción en
países donde antes operaban. Ni la Exxon ni la Shell dejaron de obtener grandes
ganancias porque sus activos, aguas arriba, fueron nacionalizados. Simplemente
porque tenían mercados que continuaron controlando con los crudos de otros. Por
eso Citgo es un buen negocio. Porque, aunque no alcance el crudo venezolano
para llenar su capacidad, es una actividad integrada, aguas abajo, y puede
operar con crudos de otros y ser rentable, como lo han demostrado las trasnacionales.
Si no se controlan los mercados podemos tener mucho crudo y no poderlo vender.
Salvo que se iniciemos una guerra de precios con contrincantes de más poder de
aguante que nosotros.
En resumen, para tener un
paquete de hidrocarburos que cumpla con lo que exigen los distintos mercados
hay que comprar crudo y productos de otros y hacer intercambios entre ellos
para disminuir el costo del flete. El negocio petrolero es precisamente eso: un
negocio y si no se controlan los mercados el negocio sufre. Otra buena razón es
comprar crudos de otros es porque si se caen algunos mercados, siempre dejarán
de comprar primero para no afectar su producción propia.
IV. Estamos en medio de un
mercado petrolero que cambiará su rostro por la tecnología de la perforación
horizontal que ha permitido la extracción del petróleo y del gas de las lutitas
y tendremos que adaptarnos a esta nueva situación. Además, hemos perdido
credibilidad, tanto en los mercados financieros como en la visión de los países
consumidores y las trasnacionales, sin cuya ayuda no habrá ni aumento de
producción ni mucho menos nuevos mercados.
V. El problema mayor que
tenemos a mediano y largo plazo es que el petróleo no es infinito (como
negocio). Los ingresos que hemos
obtenido no los hemos manejado bien por dos razones básicas: a. en el área
social no nos ocupamos de mejorar la educación y de hacer las inversiones
necesarias para aumentar el empleo y reducir la pobreza. b. No diversificamos
nuestra economía y en los últimos años el país ha sido gobernado bajo una
ideología en la cual ya nadie cree.
¡Ni cuba!