Un sistema político es como
una figura geométrica dentro de la cual están las leyes, las instituciones, los
recursos naturales, la industria, la infraestructura física y el gobierno que
administra todo lo anterior para beneficio de su contenido más importante: los
ciudadanos.
Cuando el modelo geométrico es
flexible puede, sin cambiar de forma, reacomodar a lo que contiene para un
mejor resultado. Hay sin embargo modelos geométricos que tienen que cambiar de
forma, de lo contrario su contenido no se puede modificar hacia lo positivo. La
geometría política de nuestro país no puede cambiar las interacciones de sus
actores internos si no se cambia el modelo. Analicemos un solo ejemplo. Dentro
de nuestra figura geométrica sólo en el ámbito económico interactúan 4
elementos críticos. La ley del Trabajo. La Ley de Precios Justos. El control de cambio y el control de precios. El
resultado ha sido catastrófico. Una enorme corrupción y en general un retraso
en la calidad de vida de todos los que sufren dentro de este modelo.
El régimen dice querer
enrumbar al país hacia la justicia social, el desarrollo y la modernidad
maquillando a las partes del modelo pero sin cambiar a la geometría del mismo.
¡No se puede!
Analicemos los ingredientes.
La Ley del Trabajo. Una ley
que pretende ayudar al trabajador y, se supone, permitir el crecimiento y el
desarrollo del país. Sus resultados han sido un aumento del ausentismo laboral
y una disminución de la productividad. Incumplimiento de la misma por un
importante sector del país, siendo el mayor violador el Estado que ignora sus
disposiciones, entre otras, la libertad sindical, la contratación colectiva, la
inamovilidad laboral y muchos otros beneficios sociales que ella establece.
La Ley de Precios Justos. Es
una ley que pretende regular las ganancias de los actores de la economía que le
da derecho al gobierno a confiscar y a multar empresas a discreción de sus
inspectores. Que intenta tener una fórmula para cuantificar costos en forma
permanente en una economía cambiante por las devaluaciones constantes de la
moneda, la escasez de divisas y la falta de producción interna.
Control de Precios. Se ha
demostrado a lo largo de los años que el resultado es inflación,
desabastecimiento y corrupción.
Control de cambio. Otro fiasco
como el anterior con idénticos resultados negativos.
Lo que el régimen no ha
entendido es que para que la economía crezca se requiere más incentivos y menos
controles. Además, por lo general, el costo del control es mayor que el costo
de lo controlado.
En resumen, tenemos una Ley
del Trabajo y otra de Precios Justos, incumplibles que desestimulan la
inversión. Dos controles (precios y cambio) que han enriquecido a una minoría y
empobrecido a la sociedad. Pero la consecuencia más nefasta ha sido crear una ciudadanía
que no cree en el trabajo. Que tiene dinero pero no crea riqueza. Que ha
desarrollado una clase social corrupta que se lleva el dinero mal habido a otra
parte. El objetivo hoy de la mayoría de nuestros jóvenes profesionales es
multiplicar el dinero, a través de comisiones, sobreprecios, diferencias
cambiarias y malabarismos financieros. Ni siquiera se ha reinvertido lo necesario
en la industria petrolera para que siga produciendo dinero. Continúa en
Venezuela la confusión entre dinero y riqueza. Los últimos 15 años han debido
demostrarnos, más allá de toda duda, que Venezuela es, y ha sido, un país con
dinero pero no un país con riqueza.
Ahora, no hay ni el dinero
suficiente para seguir financiando la ineficiencia y el gobierno pide ayuda a
las instituciones que el mismo destruyó. Como el oficialismo está empeñado en
la cuadratura del “círculo”, utilizando la regla y el cuadrante, su fracaso y
su caída será inevitable.
Los que todavía creen en el
régimen deberían leer un letrero en la entrada del túnel que lleva a “La
Trinidad”. Dice así: “¿Si el gobierno lo controla todo, por qué todo está mal?”
Si reacomodamos las palabras tendremos la respuesta: “Todo está mal, porque el
gobierno lo controla todo”.
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