jueves, 20 de marzo de 2014

EL COSTO DE GANAR

La semana pasada analizamos “El costo de perder” (El Nacional, digital, 13-03), tanto para los demócratas como para el oficialismo, al que no le perdonarán sus desmanes, su corrupción, su abuso de poder y sus crímenes, una vez que salgan del poder. Serán parias, algunos presos y los que logren escapar vivirán mirando por encima del hombro a quienes los buscaran donde quieran que estén.
Por su parte, la mitad demócrata del país debe revisar su estrategia. Incorporar a todas las instituciones del país en un solo esfuerzo y retomar con convicción el tema de la ilegitimidad del régimen. El TSJ violó descaradamente la Constitución para permitir que Maduro fuera candidato y luego el CNE y el mismo Maduro se han negado a probar, más allá de toda duda, primero su nacionalidad (venezolano por nacimiento) y, aun demostrando eso, documentar que no tiene doble nacionalidad (colombiano-venezolano) Eso por una parte, por otra están todas las penurias que causa el desabastecimiento, la inseguridad y la brutal represión oficial a cualquier protesta popular.
¿Habrá pensado el régimen el costo que tendrá mantenerse en el poder? Ya la protesta no puede enfrentarse con mesas de diálogo y promesas de paz, porque existe un modelo político económico que no funciona sino con un exceso de recursos para despilfarrar, con la pretensión de dar la impresión de que algo se está haciendo. Cuando lo que existe es escasez la única manera de enfrentar la inevitable protesta popular es mediante la represión. No hay otra opción porque el régimen no quiere y no puede cambiar ese adefesio amorfo que llaman el socialismo del siglo XXI. Después de 15 años, lo que al comienzo pudo ser una buena intención se ha convertido en un capricho demasiado costoso. Este régimen no tiene otra alternativa que la represión y la dictadura mientras cuente con el apoyo de la Fuerza Armada. Como no tiene vocación de cambio, no tiene otro futuro que una salida por la fuerza. No hay negociación posible porque nadie negocia la pérdida del poder cuando está tan enamorado de su modelo autoritario.
Los demócratas tampoco la tendrán fácil cuando sean gobierno si no cambian su estrategia actual. Ni el desabastecimiento ni la inseguridad ni la escasez de divisas ni el aumento de la producción petrolera se solucionan de un día a otro. A menos que todos los sectores tengan un acuerdo previo de darle al nuevo gobierno una oportunidad (tiempo) para empezar a solucionar los graves problemas que heredará. Habrá protestas masivas de muchos sectores que ya se cansaron de esperar resultados. Por eso, los demócratas tienen que tener un plan realista, conversado con todas las instituciones y convencidos de que habrá una oposición chavista fuerte y con recursos. Muchos piensan que no se puede pasar directamente de un régimen dictatorial a una democracia. Que se requiere un gobierno de transición que tenga plenos poderes y le de unas vacaciones a la democracia para después retomarla. El peligro es que gobierno y población se acostumbren y conviertan a la transición en algo permanente. Lo único más peligroso que una dictadura que gobierna mal es una dictadura que haga bien algunas cosas (Remember Pinochet y Pérez Jiménez) Esto último lleva a la noción de una “dictadura conveniente”. No hay tal cosa. La democracia verdadera puede hacer todas las cosas que los amantes de la arbitrariedad piensan que solo pueden ser hechas por regímenes de fuerza, ignorando de paso que no hay nada más fuerte que el Estado de derecho. Este régimen ya le dio vacaciones a la democracia y no hay a la vista mecanismos institucionales para rescatarla, tal es la paradoja que vivimos. No queremos salir de un régimen dictatorial por la fuerza pero tampoco se nos permite el ejercicio libre de los instrumentos de la democracia para cambiar gobiernos. Si la oposición no tiene ni la fuerza ni el marco institucional para el cambio la alternativa pudiera una explosión social y la anarquía. Como dijimos en otra ocasión, el juego está trancado. 

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