domingo, 3 de mayo de 2009

TERAPIA INTENSIVA SINDICAL

La primera vez que comprobé que el liderazgo sindical puede ser tan competente como el de la gerencia fue en Bachaquero, estado Zulia, donde Odoseo Velásquez, dirigente obrero petrolero, estudioso y autodidacta, me demostró que el movimiento laboral puede ser un estímulo a la buena administración de las empresas. Eso lo ratifiqué después en la universidad de Cornell. Allí, muchos de mis compañeros, así como los profesores eran dirigentes sindicales. Tenían no sólo la vocación necesaria sino la cultura imprescindible que sólo se obtienen mediante el estudio, la experiencia y el respeto al profesionalismo. Años más tarde di una conferencia en la UCAB en su escuela de Relaciones Industriales. Al comenzar pregunté: ¿cuántos de ustedes se dedicarán a la carrera de sindicalista? Sólo uno de un grupo de más de cien jóvenes levantó la mano. Ahora, observo con estupor como el régimen pretende imponer empresas socialistas (¿?) y de cogestión, utilizando como líderes del proceso, tanto de la gerencia como de los trabajadores, a quienes se subordinan a las directrices del Presidente e ignoran y desprecian el conocimiento. Esta actitud ha llegado al extremo de considerar a la meritocracia como una mala palabra.
La falta de preparación del liderazgo sindical, con algunas excepciones, el irrespeto a la inteligencia y la vocación antidemocrática del régimen, que persigue el poder absoluto y la subordinación total, han convertido al movimiento sindical de Venezuela en una mala caricatura de lo que una vez fue: una organización poderosa, competente y políticamente relevante.
Da pena ajena entender la negativa conducta del régimen en materia laboral mientras presenciamos el entusiasmo con el cual algunos dirigentes sindicales asisten a su propio entierro. Un sólo ejemplo ilustra el punto. En Guayana los diez años de gobierno han sido un desastre continuado para las empresas del Estado. SIDOR era, privatizada, la única excepción. Pues bien, con el fracaso de los vecinos mirándole la cara el sindicato que representaba a los trabajadores de SIDOR, aplaudió y promovió su estatificación. La excusa fue un contrato colectivo a todas luces incumplible que la empresa se negó a firmar y que, el régimen, habiéndose comprometido no va a honrar. Sepa el movimiento sindical de Venezuela (lo que queda de él) que el objetivo del proceso es convertir en siervos a los trabajadores. Dictar unilateralmente sus condiciones de trabajo. Sus salarios. Sus escasos beneficios y lograr su total dependencia. Te enfermas: el ineficiente Seguro Social. Tienes hambre: lo poco que te de Mercal. Educación: escuelas bolivarianas destartaladas. Recreación: foros y seminarios políticos para ilustrarte en el nuevo dogma. Casas: ranchos compartidos. Olvídense de lo que alguna vez conocieron como contratación colectiva: un invento del capitalismo. En el socialismo del siglo XXI eso no existe porque los trabajadores no están organizados en sindicatos libres. Porque no eligen a sus líderes. Porque no se les permite negociar. Porque su “bienestar” depende del estado de ánimo del Presidente de la República. Ya se los dijo “si se meten con las empresas del Estado se meten conmigo”.
En Venezuela, más o menos la mitad de la población apoya al régimen. Se entiende, porque viven de promesas y de ilusiones construidas mediante una relación a distancia de desconocidos. Pero en Guayana los sindicatos tenían el problema frente a frente, y no lo quisieron ver.
¡Hasta ahora! Cuando todavía hay tiempo para recuperar lo perdido… pero no mucho.