Hace tiempo escribí un ensayo sobre cómo se vería, entre otros, el futuro de la OPEP en 20 años. Mi imaginación se movió a mayor velocidad que el tiempo. Antes de comentar cómo se verá la OPEP en otros 20 años quisiera aclarar tres aspectos claves de su estructura operativa.
1. OPEP es una organización que solo agrupa países exportadores de petróleo.
2. Los volúmenes que se utilizan para fijar las cuotas o la producción real son los de la producción petrolera total de cada país y no los de las exportaciones.
3. Aunque formalmente la OPEP no ha eliminado el sistema de cuotas, en la práctica los controles se establecen sobre los volúmenes reales de producción, determinados de acuerdo a información de fuentes especializadas. Así, por ejemplo aunque Venezuela teóricamente tiene una cuota de 3,2 millones de barriles diarios (b/d) su producción real, según la OPEP, fluctúa entre 2.2 y 2.3 millones b/d y esta es la cifra que se incluye en todas las estadísticas especializadas y la que se ajusta hacia arriba y hacia abajo de acuerdo al mercado y a las resoluciones de la OPEP.
Veamos ahora al año 2030. Los países de la OPEP han ingresado a la Organización Mundial de Comercio (OMC) donde se planteó, hace algunos años, una discusión sobre las condiciones necesarias para que el petróleo se pudiera comercializar libremente entre los diferentes países. Fue este sector el último en liberarse totalmente de los viejos esquemas proteccionista y manipuladores del mercado. Arabia Saudita, motorizó la apertura económica de la OPEP luego que conflictos internos afectaron por 3 años su capacidad de producción, obligando al Reino a convertirse en una monarquía constitucional, con un Primer Ministro elegido popularmente. Inmediatamente en Kuwait y los Emiratos Árabes surgieron cambios políticos similares. Irak tiene un sistema democrático. Irán mantiene su régimen fundamentalista pero mucho más abierto a la modernidad.
La OPEP es miembro relevante de la Comisión Mundial para Protección Ambiental. Además se convirtió en un conglomerado industrial-financiero de influencia mundial. De un anacronismo político-económico del siglo XXI se transformó en una federación poderosa con presencia importante en las decisiones económicas del globo. Su nuevo enfoque estimuló la modernización política de sus sociedades.
En el año 2017, después de dos años de intensas discusiones entre los actores, se lograron acuerdos que –por primera vez- desde la era del petróleo se acogieron a las reglas del libre mercado. La variable económica pudo imponerse sobre la variable política de la desconfianza. Un ejercicio mundial energético de “base cero”, concluyó en que la energía se debería comprar de los productores-exportadores menos costosos y que los países productores y consumidores no utilizarían políticas artificiales para aumentar los precios (reducción de la oferta de los productores) o para afectar negativamente la demanda (imposición de impuestos excesivos al consumo por parte de los países consumidores).
Como la tecnología, tarde o temprano, desarrollará fuentes alternas de energía más eficientes que la de los hidrocarburos, todos los países productores petroleros y los consumidores se unieron en un esfuerzo colectivo para ayudar a los monoproductores a diversificar sus economías y a participar en el desarrollo de fuentes alternas de energía. Lo que se entendió en el año 2017 fue que no hay construcción del futuro, a menos que se neutralicen los obstáculos del presente. Para el 2030 ese enfoque ya había dado resultado.