lunes, 22 de octubre de 2012

LA REPETIDA (II)

En el artículo de la semana pasada nos referimos al avance hecho en las elecciones presidenciales recientes y recomendamos mantener la unidad política actual para acudir a las elecciones regionales de gobernadores y alcaldes con el optimismo que nos da la ventaja de tener candidatos infinitamente superiores a los improvisados del oficialismo. Creemos, sin embargo, que la oposición tiene que ser, ahora, mucho más agresiva en su esfuerzo de denunciar el ventajismo oficial. El acto de elegir no es sino el esfuerzo final de un proceso que se inicia mucho antes, dentro del cual el abuso en el uso de los recursos públicos y el sesgo hacia el oficialismo del CNE configuran un fraude, tan cierto como lo sería si una parte le escamoteara votos a la otra.


Hay que denunciar la composición del REP y exigir una auditoria exhaustiva. Algunos analistas políticos han cuestionado que existan más de 18 millones de venezolanos legítimamente incluidos en el REP. La composición y el total de nuestra población sugiere que los inscritos no deberían ser más de entre 13 a 15 millones. Se sospecha de una “población virtual” entre 3 y 5 millones de electores, una cifra que decide cualquier elección. Cierto o no, lo inocultable es que los ciudadanos en la oposición no tienen acceso al REP y que no pueda auditarse su composición. Lo ideal sería volver a tener la figura del fiscal de cedulación seleccionado por la oposición.

No debemos seguir silenciosos ante el peculado de uso de los recursos públicos para hacer campaña electoral por parte del oficialismo. Autobuses, partidas presupuestarias desviadas y el pecado mayor: un presupuesto paralelo sin control, resultante de una subestimación del ingreso petrolero real que no sólo pone en manos del ejecutivo una fortuna para su uso sino que le niega a las regiones lo que constitucionalmente les corresponde.

Las maquinas captahuellas no tienen otro propósito que amenazar al elector con la posibilidad de que su voto no sea secreto. El oficialismo ha tenido éxito en su objetivo. Más del 60% de los electores cree que el gobierno puede conocer por quien voto cada quien.

El resultado de la elección presidencial reciente resolvió el falso dilema de tener que escoger entre aceptar mansamente los desmanes del oficialismo avalados por el CNE bajo el argumento de que cuestionar al proceso provocará la abstención o denunciar fuertemente los abusos para darle seguridad al elector de que la oposición ha hecho todo lo posible para nivelar el ventajismo oficial.

Ha llegado el momento de reclamar con todos los hierros nuestros derechos. Llamar a las cosas por su nombre y no continuar alegando que lo que no se dice o la batalla que no se da es la mejor estrategia. La campaña de Capriles arrastró multitudes cuando cuestionó fuertemente las políticas públicas. Por eso, es de lamentar que en su discurso de aceptación de la derrota no haya incluido las críticas que el proceso merecía. En esta nueva campaña para elegir gobernadores y alcaldes no hay que callarnos. No hay que dar cuartel. No hay que pensar que apoyar a las políticas del chavismo nos va a comprar votos de los indecisos. Estos lo son, precisamente, por no estar claros sobre las diferencias entre el chavismo y algunas de nuestras ofertas. Debemos expresar nuestra posición, sin ambigüedades, ante los fracasos múltiples del gobierno. Sin banales justificaciones impresentables, por el temor de perder votos. No tengo duda alguna de que somos mayoría. No le demos a nadie la excusa para esconder lo que verdaderamente siente.