domingo, 5 de mayo de 2013

LA BARBARIE

Lo sucedido en la Asamblea Nacional el martes 30 de abril sólo tiene el antecedente, en este país, cuando José Tadeo Monagas entró a sangre y fuego al Congreso Nacional causando la muerte de Santos Michelena. Han habido pleitos y hasta golpes entre diputados en el pasado pero no una cayapa como la que se formó ese día de todos los más contra los menos, con el odio y la rabia reflejados en sus rostros, mientras el sargento mayor, desde su inaccesible “trono”, se reía sibilinamente del acto de barbarie que cometían sus huestes. Hubo heridos y a la diputada María Corina Machado, una “dama” revolucionaria la arrojó al piso, jalándole de los cabellos, para luego patearla.


Lo que ha hecho, la bandada oficialista es insólito. Primero le niegan el derecho de palabra a quienes no aceptan que Maduro es un presidente legítimo a sabiendas que dentro del PSUV se cuestionan, también, los resultados de esa elección presidencial.

En el recinto de la Asamblea no se ha aprobado proposición alguna de la oposición. Ni de leyes como la del desarme. Ni investigaciones sobre lo sucedido con los alimentos podridos, el accidente de Amuay, el fondo de pensiones de PDVSA, las compras y recompras con sobreprecio de toda clase de equipos y materiales, desde turbinas eléctricas hasta armamento para una guerra imaginaria y el uso de varios fondos creados ilegalmente con dinero que debía ir al Situado Constitucional.

Pero lo peor es nuestro poder judicial. El TSJ se ha convertido en el brazo ejecutor de los desmanes del poder ejecutivo, dictando sentencias absurdas como la que le escamoteo a Diosdado Cabello el derecho de asumir temporalmente la Presidencia de la República. Convirtió a un enfermo terminal en presidente en ejercicio sin haberse juramentado ni sometido a un diagnóstico médico imparcial y público. Activó a todo el gabinete, incluyendo al Presidente, para continuar gobernando después de que terminó su ejercicio el 10 de enero de 2013.

Pero lo más imperdonable es que todos los poderes públicos permiten el enriquecimiento ilícito de un grupo de boliburgueses, muchos de los cuales no son conocidos. Este es el gobierno de los testaferros que ocultan fortunas enormes que cuando se conozcan dejaran boquiabierto a más de un alma ingenua que todavía cree en las buenas intenciones, la honestidad y el amor a los pobres de este régimen.

Todo lo anterior es corrupción moral y gansteril. Se compran consciencias, votos, contratos, funcionarios y algunos “ni ni” que tienen ante el público una cara neutral y otra en su bóveda personal donde se regocijan contando sus billetes verdes.

La corrupción moral es la responsable de la inseguridad ciudadana, de los muertos en nuestras cárceles, de los presos por capricho de alguien sin los derechos que tiene todo ciudadano a un juicio justo. Entre sus víctimas están el comisario Simonovis, la jueza Afiuni, los presuntos asesinos del fiscal Anderson, el General Baduel y muchos más, la represión brutal contra los estudiantes y la muerte de Brito, por no hablar del dolor de sus familiares. Estos son abusos contra seres humanos que han perdido sus derechos y hasta la vida misma por órdenes ejecutadas, mediante la letra torcida de la ley, en sentencias de tribunales inmorales.

Hablamos de la reconciliación y el perdón que nos unirá a todos. Los que en, ese momento, tengan el poder para negociar de lado y lado, ojalá que no se les olvide que hay conductas que no tienen perdón. Algunos deben ir a domiciliarse en las mismas celdas que hoy habitan sus víctimas.