A estas alturas del “proceso” nadie puede dudar de su naturaleza ideológica castro-comunista y de su vocación totalitaria militarista. Ni el sistema educativo ni la economía ni la propiedad privada ni las organizaciones obreras y patronales ni la agricultura ni la agroindustria ni el petróleo ni las empresas de Guayana ni el sistema de salud público y privado ni las pensiones ni los salarios y, algo importantísimo, ni el sistema político con sus reglas de alternabilidad en el poder y respeto a los resultados electorales tendrán la menor posibilidad de mantener sus estructuras históricas creadas por la democracia. Entender lo anterior debe llevar a quienes se oponen a este estado de cosas a varias conclusiones: No hay negociación posible que pueda llevar, mediante el diálogo, a un cambio de la naturaleza del régimen (no se puede negociar con el mal). No es realista colaborar con el régimen a cambio de beneficios que serán siempre temporales (el mal no tiene solidaridad) Por muy importante que sea la institución o la persona su colaboración no afectará positivamente al régimen (El mal no admite influencias) Por último, lo que más aliento le da al mal es la indiferencia y la desunión (no se puede pensar que “a mí no me toca”).
Además, el régimen tiene un liderazgo único, 13 años de experiencia en el uso y abuso del poder, recursos materiales casi infinitos, y una falta de ética y moral que le permite violar las leyes, los derechos humanos y mentir descaradamente en respuesta a las múltiples acusaciones que se le hacen fuera y dentro del país. Por eso, la oposición tiene que ser una sola. Con una sola estructura. Un solo líder y un solo sentido de dirección. Entendemos que en una sociedad como la nuestra que ha sido plural en sus enfoques políticos, sociales y económicos esto es casi antinatura. Pero el dilema debe plantearse como una dicotomía clara: o el castro-comunismo o una subordinación de los intereses plurales a un solo objetivo: derrotar a Chávez.
Hablamos de una polarización que divide al país en dos mitades casi iguales. La verdad no es tan simple. Están los llamados indecisos (ni-ni) que si acudieran a las urnas probablemente estarían divididos en partes parecidas al resto del país. El problema es que hay una abstención elevada entre ellos y no se conoce con certeza como se divide esa abstención. Hay también una abstención estructural (los que nunca votan) Adicionalmente, hay muchos chavistas desencantados y no sabemos qué hacer para que cambien sus votos.
Todo lo anterior se ha dicho pero lo que pudiera complicar, aún más, el panorama electoral de 2012 es la polarización política dentro de la oposición. La creación de grupos ideológicos (progresistas, socialdemocrátas, socialcristianos, independientes, etc) que aunque se comprometan a respaldar un candidato presidencial único pudieran influir negativamente en los apoyos de los ciudadanos que favorezcan a un bloque sobre otro. Por eso, la MUD no puede dividirse. Por el contrario debe reestructurarse y crear comisiones en las cuales estén presentes las instituciones del país incluyendo a ONG´S, universidades, estudiantes, organizaciones obrero-patronales, academias, funcionarios electos de la oposición. Es decir que, sin asambleismo (la MUD seguiría dirigiendo el proceso con apoyos institucionales) la oposición crearía un gran frente nacional en defensa de la democracia. Cuando salgamos de esta pesadilla habrá tiempo para restituir el pluralismo.
No es el momento de crear entre nosotros, otras polarizaciones.